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Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told

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Ana se queda plantada en la puerta de nuestra suite del

Heathman, examinando y reconociendo la habitación. Parece

paralizada.

O tal vez está recordando la primera vez que la traje saquí,

aunque lo dudo, porque estaba como una cuba esa noche. Dejo

su maletín junto a uno de los sofás.

—Un hogar fuera de nuestro hogar —murmuro.

Desde luego, fue un hogar para mí mientras hacía todo lo

posible por convertir a la señorita Steele en una de mis

sumisas.

Y ahora, aquí estamos.

Marido y mujer.

Entra al fin, y se queda de pie en mitad de la habitación, con

la mirada perdida y aire desamparado.

Oh, Ana. ¿Qué puedo hacer?

—¿Quieres darte una ducha? ¿Un baño? ¿Qué necesitas,

Ana? —Estoy ansioso por ayudarla de la manera que pueda.

—Un baño. Me apetece un baño —murmura.

—Un baño. Bien. Sí. —Entro en el baño contiguo, aliviado

por tener algo que hacer, y abro los grifos. El agua empieza a

llenar la bañera y añado un poco de aceite de baño de olor

dulzón, que empieza a hacer espuma inmediatamente. Me

quito la chaqueta y la corbata y oigo que me vibra el teléfono.

Es un mensaje de texto de Andrea con el número de móvil de

José. Ya me ocuparé de eso luego.

Cuando salgo del baño, Ana está en el dormitorio, mirando

fijamente las bolsas del centro comercial Nordstrom.

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