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Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told

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Raymond Steele se halla en la última cama de la sala de la

UCI. Es un shock verlo inconsciente y conectado a una batería

de aparatos médicos de última tecnología. Este hombre me

intimida más que cualquier otra persona en el mundo, pero

ahora mismo se le ve vulnerable y enfermo. Muy enfermo.

Está en coma inducido y conectado a un respirador, y tiene la

pierna enyesada y el pecho está envuelto en vendaje

quirúrgico. Una delgada manta cubre su desnudez.

Dios. Ana se queda descompuesta al verlo y parpadea para

no llorar por la impresión.

Me cuesta mucho ser testigo de su angustia.

¿Qué hago? ¿Qué le digo?

No hay nada que pueda hacer para ayudarla a sobrellevar

mejor este trance.

Una enfermera comprueba los distintos monitores. Su placa

la identifica con el nombre de ENFERMERA KELLIE.

—¿Puedo tocarlo? —pregunta Ana.

—Sí —dice Kellie amablemente.

A los pies de la cama, observo a Ana coger la mano de Ray

con cuidado. De pronto, se desploma en la silla junto a la

cama, apoya la cabeza sobre el brazo de Ray y se echa a llorar.

Oh, no.

Corro de inmediato a consolarla.

—Oh, papá. Recupérate, por favor —le suplica en voz baja

—. Por favor.

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