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Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told

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—¿Y se encuentran lo bastante bien para estar aquí? —

pregunto.

—No queremos estar en ninguna otra parte. —El señor

Rodríguez contrae el rostro; tiene el aspecto físico y la voz de

estar padeciendo grandes dolores.

Tal vez deberían irse a casa.

Pero no los presiono; están aquí por Ray. Cojo a Ana de la

mano, la llevo a una de las sillas y me siento a su lado.

—¿Has comido?

Niega con la cabeza.

—¿Tienes hambre?

Niega con la cabeza.

—¿Pero tienes frío? —pregunto, y vuelvo a oler la chaqueta

de José.

Asiente y se arropa aún más con la prenda ofensiva. La

puerta se abre y entra un hombre con pijama de cirujano, un

médico alto, con el pelo oscuro y con aire de cansancio

después de la batalla; su expresión es grave.

Mierda.

Ana se pone de pie apresuradamente y yo me levanto con

rapidez para sujetarla. Todas las miradas de la sala se dirigen

al joven médico.

—¿Ray Steele? —dice Ana con ansiedad mal disimulada.

—¿Son parientes? —pregunta el médico.

—Soy su hija, Ana.

—Señorita Steele…

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