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kalpana3023talsaniya
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envío un mensaje rápido para desearle buena suerte mientrasTaylor se detiene delante del edificio principal del OHSU.Me mentalizo para entrar. A pesar de la profesión elegidapor mi madre, detesto los hospitales.En el ascensor, de camino a la planta de cirugía, mi teléfonovibra con un mensaje de Andrea. Ha reservado mi suitehabitual en el Heathman. Una enfermera de la recepción de latercera planta me dirige a la sala de espera. Respirando hondo,abro la puerta. En el interior de la sala, austera y funcional,encuentro a Ana sentada en una silla de plástico. Pálida,asustada y enfundada en una chaqueta de cuero de hombre, seaferra a la mano de José Rodríguez. El padre de este estásentado en una silla de ruedas a su lado.—¡Christian! —exclama.El alivio y la esperanza que se reflejan en su rostro cuandose levanta de un salto para recibirme extinguen el brevedestello de celos que me llameaba en el estómago. Cuando latengo en mis brazos, cierro los ojos y la estrecho con fuerza.Huele a manzanas y a huertos y a Ana, y también alinconfundible aroma a colonia barata y a sudorosas noches defiesta.¿La chaqueta de José?Arrugo la nariz y espero que nadie se dé cuenta. José selevanta, pero su padre permanece en la silla de ruedas, conaspecto bastante maltrecho.Mierda. Él también debía de ir en el coche.—¿Alguna noticia? —dirijo mi pregunta a Ana.Niega con la cabeza.

—José. —Lo saludo con la cabeza sin dejar de abrazar a mimujer.Sawyer está sentado en una esquina. Me saluda con unrápido asentimiento; doy gracias de que haya estado aquí conAna.—Christian, este es mi padre, José —dice José.—Señor Rodríguez… Nos conocimos en la boda. Por lo queveo, usted también estaba en el coche cuando ocurrió elaccidente. —Le estrecho la mano libre con delicadeza.—Íbamos todos en el coche —responde José—. Nosdirigíamos a Astoria para pasar un día de pesca. —Su gesto seendurece y su aire fresco y juvenil desaparece para dar paso alhombre amenazador que hay debajo—. Pero un conductorborracho nos embistió en la carretera. Le destrozó el coche ami padre. Yo salí ileso de milagro. Mi padre acabó muymagullado y con fuertes contusiones, pero Ray… —Seinterrumpe y traga saliva para serenarse y luego, con unamirada rápida y ansiosa dirigida a Ana, continúa hablando—.Él se llevó la peor parte. Lo trasladaron en helicóptero desde elhospital de Astoria hasta aquí.Aprieto el brazo de Ana.—Cuando le dieron el alta a mi padre después de atenderlo,nos vinimos aquí —termina, y levanto las cejas con gesto desorpresa. El señor Rodríguez lleva una pierna y un brazoescayolado, y tiene un lado de la cara muy magullado. Noparece estar en condiciones de viajar—. Sí, ya. —José muevela cabeza con exasperación, como leyéndome el pensamiento—. Mi padre insistió.

envío un mensaje rápido para desearle buena suerte mientras

Taylor se detiene delante del edificio principal del OHSU.

Me mentalizo para entrar. A pesar de la profesión elegida

por mi madre, detesto los hospitales.

En el ascensor, de camino a la planta de cirugía, mi teléfono

vibra con un mensaje de Andrea. Ha reservado mi suite

habitual en el Heathman. Una enfermera de la recepción de la

tercera planta me dirige a la sala de espera. Respirando hondo,

abro la puerta. En el interior de la sala, austera y funcional,

encuentro a Ana sentada en una silla de plástico. Pálida,

asustada y enfundada en una chaqueta de cuero de hombre, se

aferra a la mano de José Rodríguez. El padre de este está

sentado en una silla de ruedas a su lado.

—¡Christian! —exclama.

El alivio y la esperanza que se reflejan en su rostro cuando

se levanta de un salto para recibirme extinguen el breve

destello de celos que me llameaba en el estómago. Cuando la

tengo en mis brazos, cierro los ojos y la estrecho con fuerza.

Huele a manzanas y a huertos y a Ana, y también al

inconfundible aroma a colonia barata y a sudorosas noches de

fiesta.

¿La chaqueta de José?

Arrugo la nariz y espero que nadie se dé cuenta. José se

levanta, pero su padre permanece en la silla de ruedas, con

aspecto bastante maltrecho.

Mierda. Él también debía de ir en el coche.

—¿Alguna noticia? —dirijo mi pregunta a Ana.

Niega con la cabeza.

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