Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told
trato que hemos firmado parece ser satisfactorio para todas laspartes, pero he dejado en manos de Ros y Marco el resto de losdetalles. Ros y yo tenemos una invitación para visitar elastillero la próxima semana, pero ahora necesito apoyar a miesposa y averiguar en qué estado se encuentra mi suegro.Mientras Ryan aparca el Audi fuera del edificio, me acuerdode la última vez que usé este helipuerto para llevar a Ana a laexposición de José en Portland. Todo como parte de micampaña para recuperarla.Me permito saborear un breve momento de triunfo.Lo he conseguido.Ahora es mi esposa.¿Quién lo iba a decir, Grey?Taylor y yo nos dirigimos al ascensor, que nos lleva alhelipuerto de la azotea. Las puertas se abren y ahí está: elCharlie Tango.Mi motivo de orgullo y alegría restaurado a su antiguoestado de perfección.Lo dejé ardiendo en llamas y abandonado en un claro de unrincón salvaje y desolado del parque nacional Gifford. Ahoratiene dos motores nuevos, y después de una limpieza a fondoen Eurocopter, se alza altivo y orgulloso, flamante bajo el solde la tarde. Es una alegría verlo. Stephan sale de la cabina,radiante, mientras nos dirigimos hacia él.—Se comporta igual que antes, y además tiene buen aspecto—dice a modo de saludo.
—Estoy deseando montar en él. —A pesar de la ansiedadque siento por la angustia de Ana, apenas puedo contener laemoción por estar de nuevo a los mandos del Charlie Tango.—Sabía que diría eso. —Con una sonrisa, sujeta la puertadel piloto y se sienta a mi lado mientras Taylor se sube a laparte de atrás. Una vez que me he abrochado el cinturón deseguridad, me pongo los auriculares y realizo lascomprobaciones previas al vuelo.—¿Me he olvidado de algo? —le pregunto a Stephan.—No, señor. Lo ha recordado todo perfectamente.Compruebo las revoluciones del rotor y luego llamo porradio a la torre.—Bien, chicos. ¿Estáis listos?—Listo —dice Taylor por los auriculares, y Stephan levantael pulgar.Tiro del mando colectivo con suavidad y el Charlie Tangose eleva como un ave fénix en el sol de Seattle. Es un subidóny un alivio saber que estaré con mi esposa dentro de poco másde una hora.El vuelo a Oregón supone una forma muy bienvenida dedistraer mi preocupación por Ana y su padre. El Charlie Tangoresponde mostrándose tan sensible, suave y elegante comosiempre. Aterriza con su gracia habitual en el helipuerto dePortland.—¿Te encargarás de él? —le pregunto a Stephan.—Con mucho gusto, señor—. Ha aceptado quedarse a laespera de nuevas instrucciones, ya que no sé cuándo
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—Estoy deseando montar en él. —A pesar de la ansiedad
que siento por la angustia de Ana, apenas puedo contener la
emoción por estar de nuevo a los mandos del Charlie Tango.
—Sabía que diría eso. —Con una sonrisa, sujeta la puerta
del piloto y se sienta a mi lado mientras Taylor se sube a la
parte de atrás. Una vez que me he abrochado el cinturón de
seguridad, me pongo los auriculares y realizo las
comprobaciones previas al vuelo.
—¿Me he olvidado de algo? —le pregunto a Stephan.
—No, señor. Lo ha recordado todo perfectamente.
Compruebo las revoluciones del rotor y luego llamo por
radio a la torre.
—Bien, chicos. ¿Estáis listos?
—Listo —dice Taylor por los auriculares, y Stephan levanta
el pulgar.
Tiro del mando colectivo con suavidad y el Charlie Tango
se eleva como un ave fénix en el sol de Seattle. Es un subidón
y un alivio saber que estaré con mi esposa dentro de poco más
de una hora.
El vuelo a Oregón supone una forma muy bienvenida de
distraer mi preocupación por Ana y su padre. El Charlie Tango
responde mostrándose tan sensible, suave y elegante como
siempre. Aterriza con su gracia habitual en el helipuerto de
Portland.
—¿Te encargarás de él? —le pregunto a Stephan.
—Con mucho gusto, señor—. Ha aceptado quedarse a la
espera de nuevas instrucciones, ya que no sé cuándo