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Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told

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Kavanagh baila bien.

Y también mi esposa. Toma la pista de baile con facilidad,

con ese retal de tela que ella llama vestido. Sus piernas, su

espalda, su culo, su pelo: se deja llevar de una forma muy

provocativa.

Cierra los ojos y se entrega al ritmo que retumba en la pista.

Joder. Se me seca la boca mientras observo sus

movimientos.

En mi vida pasada disfrutaba de ver a una mujer bailando

así, pero era siempre en la intimidad de mi apartamento y

siempre mandaba yo. Me paso el pulgar por el labio inferior y

me remuevo en la silla como si mi cuerpo reaccionara al ver a

mi esposa. Quizá podría convencer a Ana para que lo hiciera

en casa. Solo para mis ojos. La letra de la canción que suena

encaja a la perfección.

«Joder, eres una perra sexy.»

La música retumba en la discoteca y hay cada vez más gente

llenando la pista. Me quedo mirando a Elliot, quien me sonríe,

y ambos nos reímos.

—Bonito espectáculo —murmuro.

—Y que lo digas. —Sonríe de forma maliciosa y sé

exactamente qué está pensando.

Menudo cerdo.

—Lo has hecho —le digo gritando para que me escuche a

pesar de la música atronadora.

—¿Qué?

—Que te has declarado. En público.

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