Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told
Subo los peldaños de la escalera de dos en dos y voy enbusca de mi esposa.Ana está colgando un vestido plateado en el armario. Debede haberlo comprado en la ciudad.—¿Os lo habéis pasado bien? —le pregunto cuando entro ycierro la puerta.—Sí —me responde y se queda mirándome.—¿Qué pasa?—Estaba pensando en cuánto te he echado de menos.El corazón me da un vuelco por la calidez de su voz.—Suena como si hubiera sido mucho, señora Grey.—Mucho, sí, señor Grey —susurra.Me acerco a ella y me planto delante, y siento el calor queirradia su cuerpo.—¿Qué te has comprado? —le pregunto entre susurros,deleitándome con su calidez.—Un vestido, unos zapatos y un collar. Me he gastado unbuen pellizco de tu dinero. —Levanta la vista para mirarmecomo si hubiera cometido un crimen terrible.Oh, no hay manera de que lo entienda.—Bien —recalco en voz baja mientras le coloco un mechónde pelo suelto por detrás de la oreja—. Y por enésima vez:nuestro dinero.Me llegan desde el baño de la suite el perfume a jazmín y elmurmullo del agua de la bañera llenándose. Con un ligerotironcito le libero el labio inferior de entre los dientes. Recorro
con el dedo índice la parte delantera de su camiseta, justo entresus senos, paso por el vientre y llego al ombligo, hasta eldobladillo.—Creo que no vas a necesitar esto en la bañera. —Agarro lacamiseta por el dobladillo con ambas manos y se la quitolentamente—. Levanta los brazos.Ana colabora con su hermosa mirada luminosa clavada enmí y yo lanzo la camiseta al suelo.—Creía que solo íbamos a darnos un baño. —Hablaconsumida por el deseo.—Quiero ensuciarte bien primero. Yo también te he echadode menos.Me inclino para besarla. Ella me acaricia el pelo al tiempoque recibe el roce de mis labios y no tardamos en entregarnosel uno al otro.Ana tiene la cabeza colgando por un lado de la cama, echadahacia atrás mientras grita al llegar al orgasmo. Su reaccióndesencadena la mía y me corro rápido y con intensidad dentrode ella. Jadeando, la atraigo hacia mi pecho y nos recostamosextasiados y satisfechos, y me quedo mirando al techo.—¡Mierda! ¡El agua! —exclama Ana e intenta incorporarse.Pero yo la retengo.No te vayas.—¡Christian, la bañera! —Se queda mirándome,horrorizada.Me río.
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con el dedo índice la parte delantera de su camiseta, justo entre
sus senos, paso por el vientre y llego al ombligo, hasta el
dobladillo.
—Creo que no vas a necesitar esto en la bañera. —Agarro la
camiseta por el dobladillo con ambas manos y se la quito
lentamente—. Levanta los brazos.
Ana colabora con su hermosa mirada luminosa clavada en
mí y yo lanzo la camiseta al suelo.
—Creía que solo íbamos a darnos un baño. —Habla
consumida por el deseo.
—Quiero ensuciarte bien primero. Yo también te he echado
de menos.
Me inclino para besarla. Ella me acaricia el pelo al tiempo
que recibe el roce de mis labios y no tardamos en entregarnos
el uno al otro.
Ana tiene la cabeza colgando por un lado de la cama, echada
hacia atrás mientras grita al llegar al orgasmo. Su reacción
desencadena la mía y me corro rápido y con intensidad dentro
de ella. Jadeando, la atraigo hacia mi pecho y nos recostamos
extasiados y satisfechos, y me quedo mirando al techo.
—¡Mierda! ¡El agua! —exclama Ana e intenta incorporarse.
Pero yo la retengo.
No te vayas.
—¡Christian, la bañera! —Se queda mirándome,
horrorizada.
Me río.