Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told

kalpana3023talsaniya
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Sábado, 27 de agosto de 2011Ana está de rodillas. Inclinada. Desnuda. Ante mí. Tiene lafrente pegada al suelo del cuarto de juegos. Su melena escomo una brillante corona de relámpagos contra las tablas demadera oscura. Tiene la mano extendida. Abierta. Estásuplicando. Yo estoy de pie sujetando una fusta. Yo quieromás. Yo siempre quiero más. Pero ella ya no puede soportarlo.—Rojo. Rojo. Rojo.¡No! Se oye un golpe fuerte. La puerta se abre de par enpar. Una silueta masculina ocupa todo el umbral. El hombreemite un rugido y ese estruendo que hiela la sangre invadetoda la sala.—¡Joder! ¡No, no, no!Él está aquí. Lo sabe.—Rojo. Rojo. Rojo —grita Ana.Él me pega. Un gancho de derecha directo a la barbilla.Caigo. Y sigo cayendo. La cabeza me da vueltas. Me desmayo.—No. Deja de chillar.—Rojo. Rojo. Rojo.

No se detiene. Sigue. Y sigue. Luego para. Abro los ojos yHyde está echado sobre el cuerpo de Ana. Con una jeringuillaen la mano. Él la mira lascivamente. Ana está inmóvil. Pálida.Fría. La sacudo. Pero ella no se mueve.—¡Ana! —Ella sigue sin reaccionar entre mis brazos. Lasacudo de nuevo—. Despierta. —Está muerta. ¡Muerta!¡Muerta!— ¡No!Arrodillado en una alfombra verde pegajosa, la apretujocontra mi cuerpo, dejo caer la cabeza hacia atrás y lanzo unaullido.—¡Ana! ¡Ana! ¡Ana!Me despierto sobresaltado, inspirando con fuerza pararecuperar el aliento.¡Ana!Vuelvo rápidamente la cabeza y compruebo que ella sigueplácidamente dormida a mi lado.¡Gracias a Dios!Me palmeo la cabeza con ambas manos y me quedomirando al techo.¿Qué narices?¿Por qué permito que ese gilipollas se me meta en lacabeza? Está detenido. Lo hemos pillado.Inspiro con profundidad para relajarme, mientras sigopensando.

No se detiene. Sigue. Y sigue. Luego para. Abro los ojos y

Hyde está echado sobre el cuerpo de Ana. Con una jeringuilla

en la mano. Él la mira lascivamente. Ana está inmóvil. Pálida.

Fría. La sacudo. Pero ella no se mueve.

—¡Ana! —Ella sigue sin reaccionar entre mis brazos. La

sacudo de nuevo—. Despierta. —Está muerta. ¡Muerta!

¡Muerta!— ¡No!

Arrodillado en una alfombra verde pegajosa, la apretujo

contra mi cuerpo, dejo caer la cabeza hacia atrás y lanzo un

aullido.

—¡Ana! ¡Ana! ¡Ana!

Me despierto sobresaltado, inspirando con fuerza para

recuperar el aliento.

¡Ana!

Vuelvo rápidamente la cabeza y compruebo que ella sigue

plácidamente dormida a mi lado.

¡Gracias a Dios!

Me palmeo la cabeza con ambas manos y me quedo

mirando al techo.

¿Qué narices?

¿Por qué permito que ese gilipollas se me meta en la

cabeza? Está detenido. Lo hemos pillado.

Inspiro con profundidad para relajarme, mientras sigo

pensando.

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