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Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told

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Se me escapa una sonrisa satisfecha.

—Ahora sí.

—Oh, Christian —me reprende, y alarga la mano para

acariciarme la cara—. Te preguntaba por la pesadilla.

¿Pesadilla?

Mierda.

Imágenes fugaces del horror que me ha visitado en sueños

pasan brevemente por mi mente. La estrecho contra mí, y me

escondo de ellas enterrando la cara en su cuello.

—No —musito.

Ana. No me lo recuerdes.

Ahoga un grito.

—Lo siento. —Me abraza, hundiendo las manos en mi pelo

y acariciándome la espalda—. No pasa nada. No pasa nada —

murmura.

—Vamos a la cama.

Me levanto, recojo los vaqueros del suelo y me los pongo.

Ana me sigue, envuelta en la sábana de seda por modestia.

—Déjala —digo cuando se agacha para recoger su ropa. La

cojo en brazos y la acuno contra mi pecho—. No quiero que

tropieces con esa sábana y te rompas el cuello.

La llevo abajo, al dormitorio, y la dejo en el suelo. Ana se

pone el camisón mientras yo me quito los vaqueros y me

pongo los pantalones del pijama, y nos metemos en la cama.

—Vamos a dormir —murmuro.

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