Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told
¿Ataduras, Ana?Clava sus ojos en mí, me pierdo en ellos, y la intensidad desu mirada repercute en mi ingle. Traga saliva y asiente.Mi dulce chica. Nunca me decepciona.Le sujeto las muñecas con las esposas de cuero por encimade la cabeza y vuelvo a sacar el pañuelo del bolsillo trasero delpantalón.—Creo que ya has visto suficiente —susurro, y le tapo losojos una vez más. Recorro su nariz con la mía, haciéndole unapromesa—: Te voy a volver loca. —Acto seguido, le agarrolas caderas y deslizo las manos por su cuerpo, bajándole lasbragas a medida que desciendo por sus piernas—. Levanta lospies, primero uno y luego el otro. —Obedece y aparto lasbragas antes de quitarle una sandalia y a continuación la otra.Le rodeo el tobillo con los dedos y tiro de la pierna derecha enesa dirección—. Baja el pie —le ordeno. Cuando lo hace, leesposo el tobillo a la cruz. Repito lo mismo con el izquierdo,ajustándolo con fuerza. Una vez sujeta, me levanto y meacerco a ella, deleitándome con el calor y la excitacióncreciente que desprende. Le levanto la barbilla y la beso consuavidad y dulzura en los labios—. Bueno… Un poco demúsica y juguetes. Está preciosa así, señora Grey. Me voy atomar un instante para admirar la vista.Retrocedo para hacer lo que he dicho que haría, conscientede que cuanto más la mire sin hacer nada, más húmedaestará… y más dura se me pondrá a mí.Está verdaderamente espectacular.
Sin embargo, lo que quiero ahora mismo es enseñarle qué esla negación del orgasmo.Camino hasta la cómoda y saco una varita y el iPod. Veouna cajita de linimento junto a la varita y sopeso la idea deextenderle un poco en el clítoris.Eso la pondría a mil.No. Todavía no. Aún no hemos llegado a esa fase.Enciendo el equipo de música y escojo algo inquietante, atono con mi humor.Sí. Bach. «Aria» de las Variaciones Goldberg. Perfecto.Le doy al «Play» y las notas nítidas, vívidas y frías resuenanen mi cuarto de juegos.Nuestro cuarto de juegos.Me meto la varita en el bolsillo trasero de los vaqueros, mequito la camiseta y regreso junto a mi mujer, que estámordiéndose el labio. Ana da un respingo cuando le tomo labarbilla entre los dedos y tiro para que suelte el labio. Sonríecon timidez y dulzura, y sé que no era consciente de lo queestaba haciendo.Oh, Ana. Lo que te tengo preparado.Quizá deje que te corras.O quizá no.Recorro la suave piel de su garganta con los nudillos,descendiendo por el torso, y tiro de la copa del sujetador con elpulgar para liberarle el pecho. Tiene unos pechos preciosos.Mientras la beso en el cuello, le libero el otro pecho de la copadel sujetador y juego con el pezón. Mis labios y mis dedos
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- Page 700 and 701: —Sí, señor. Yo también me aleg
- Page 702 and 703: La cojo por la barbilla.—Todavía
- Page 704 and 705: —Entonces ya sabes lo de Hyde.—
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- Page 712 and 713: —Eso tendrás que hablarlo con el
- Page 714 and 715: Taylor continúa con gesto serio.
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¿Ataduras, Ana?
Clava sus ojos en mí, me pierdo en ellos, y la intensidad de
su mirada repercute en mi ingle. Traga saliva y asiente.
Mi dulce chica. Nunca me decepciona.
Le sujeto las muñecas con las esposas de cuero por encima
de la cabeza y vuelvo a sacar el pañuelo del bolsillo trasero del
pantalón.
—Creo que ya has visto suficiente —susurro, y le tapo los
ojos una vez más. Recorro su nariz con la mía, haciéndole una
promesa—: Te voy a volver loca. —Acto seguido, le agarro
las caderas y deslizo las manos por su cuerpo, bajándole las
bragas a medida que desciendo por sus piernas—. Levanta los
pies, primero uno y luego el otro. —Obedece y aparto las
bragas antes de quitarle una sandalia y a continuación la otra.
Le rodeo el tobillo con los dedos y tiro de la pierna derecha en
esa dirección—. Baja el pie —le ordeno. Cuando lo hace, le
esposo el tobillo a la cruz. Repito lo mismo con el izquierdo,
ajustándolo con fuerza. Una vez sujeta, me levanto y me
acerco a ella, deleitándome con el calor y la excitación
creciente que desprende. Le levanto la barbilla y la beso con
suavidad y dulzura en los labios—. Bueno… Un poco de
música y juguetes. Está preciosa así, señora Grey. Me voy a
tomar un instante para admirar la vista.
Retrocedo para hacer lo que he dicho que haría, consciente
de que cuanto más la mire sin hacer nada, más húmeda
estará… y más dura se me pondrá a mí.
Está verdaderamente espectacular.