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Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told

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Ana está tendida delante de mí, desnuda. Alarga los brazos

hacia mí.

—Puedes hacerme lo que quieras. Un polvo de castigo.

Lleva puesto el arnés. En el cuarto de juegos.

—¿Qué vas a hacerme?

Estoy detrás de ella, con una vara en la mano.

—Lo que quiera.

Está en la mesa. Boca abajo. No puede moverse. Está

atada. Hago resonar una palmeta contra mi mano. Sus nalgas

se contraen, a la expectativa. Está de rodillas, con la frente

pegada al suelo y las manos atadas a la espalda.

—Quiero tu boca. Tu coño. Tu culo. Tu cuerpo. Tu alma.

Se arrodilla delante de mí.

—Soy tuya. Siempre seré tuya, esposo mío. Mío. Tuya.

Me despierto, desorientado.

Estoy en casa. Por el tipo de luz, debe de ser media tarde.

Miro la hora: las 17.30. Ana todavía no habrá llegado a casa.

Me froto la cara y me meto en el cuarto de baño urdiendo un

plan. Seguro que nos espera una pelea de las gordas. Ana dice

que está cabreada conmigo. Me quito la camisa en el vestidor,

me pongo una camiseta y los vaqueros del cuarto de juegos,

preparándome para cuando vuelva. Guardo el pañuelo nuevo

en el bolsillo.

Puede que ambos obtengamos lo que queremos.

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