Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told
—Quizá. Iba a entregar unas lámparas a uno de losinquilinos del edificio —dice Welch entre dientes.—¿Que iba a entregar unas lámparas? ¿Qué quieres decir?—Sí, trabajaba para una empresa de transporte. El clientevive en el apartamento dieciséis.—Ah, ya. Lo conozco. Un tipo joven. Por eso pudo entrarHyde; es listo el cabrón.—Sí que lo es, señor —reconoce Welch—. Una cosa más.Lo sé por el departamento de policía del condado de King ypor el FBI: las huellas coinciden.—¡Lo tenemos!—Eso parece.—Tiene que estar relacionado con Detroit de algunamanera, pero no tengo la menor idea de cómo —mascullo.—Seguiré indagando —dice Welch—. Eso es todo por elmomento.—Gracias por informarme.Cuelga y miro lo que me queda en el plato. Mi apetito se haesfumado. ¿Qué narices había planeado ese maldito cabrónpara mi mujer? Secuestro. Violación. Asesinato. Y llevabajeringuillas. ¿Y si quería inyectarle algo con una sucia yasquerosa jeringuilla? Noto la bilis en la garganta, pero me latrago.Joder.Necesito salir de aquí y respirar un poco de aire fresco. Dejoel plato como está, salgo por el salón e, ignorando la miradapreocupada de Gail, tomo el ascensor hasta el vestíbulo
principal. Los fotógrafos se han ido, así que me escabullo porla entrada y echo a andar. Y continúo sin parar.La vida en la Ciudad Esmeralda sigue. La gente va de aquípara allá atendiendo a sus asuntos, y aunque las calles estánatestadas, me abro paso entre la multitud.Mi pobre esposa.Ese tipo podría haberla matado.Como le ponga las manos encima a ese maldito y retorcidocabrón, acabaré con él.Una vez más, imagino todas las formas en que podríahacerlo.Mierda.Contrólate, Grey.Estoy frente al Nordstrom. Igual podría comprarle algo aAna, lo que sea, así que compruebo si llevo la cartera en elbolsillo trasero y entro. Estoy en la sección de pañuelos. Unpañuelo de seda… Sí. Eso está bien.Estoy más tranquilo cuando vuelvo al apartamento.—¿No le gustó lo que le preparé para comer? ¿Prefiere otracosa? —pregunta Gail.—No, gracias. Creo que voy a hacerte caso y me echaré unrato. Estoy agotado.Gail sonríe, comprensiva.Una vez en el dormitorio, me quito los zapatos, me tumbo ycierro los ojos.
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- Page 678 and 679: Me levanto de la mesa y llamo a Ana
- Page 680 and 681: bar.¿O sí?¡Grey! Compórtate.Tay
- Page 682 and 683: —¿Quiere hablar con la señora G
- Page 684 and 685: Duermo muy mal, en mis sueños se m
- Page 686 and 687: —Ella también está bien.—¿Qu
- Page 688 and 689: —¿Quién llamó a la policía?
- Page 690 and 691: despertarla. En cuanto recupero la
- Page 692 and 693: —Hola —susurra.Apuro de un trag
- Page 694 and 695: estos… —agito la mano en el air
- Page 696 and 697: —No quiero discutir eso ahora, An
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- Page 700 and 701: —Sí, señor. Yo también me aleg
- Page 702 and 703: La cojo por la barbilla.—Todavía
- Page 704 and 705: —Entonces ya sabes lo de Hyde.—
- Page 706 and 707: Echo un vistazo al correo. Tengo un
- Page 708 and 709: —¿A trabajar? Claro. —Se acerc
- Page 710 and 711: —¿Señor? —Taylor se presenta
- Page 712 and 713: —Eso tendrás que hablarlo con el
- Page 714 and 715: Taylor continúa con gesto serio.
- Page 716 and 717: —Sí. Tenemos las imágenes de la
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- Page 732 and 733: —¿Y no me llamaste para decírme
- Page 734 and 735: —No sé si eso es así.—Piénsa
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principal. Los fotógrafos se han ido, así que me escabullo por
la entrada y echo a andar. Y continúo sin parar.
La vida en la Ciudad Esmeralda sigue. La gente va de aquí
para allá atendiendo a sus asuntos, y aunque las calles están
atestadas, me abro paso entre la multitud.
Mi pobre esposa.
Ese tipo podría haberla matado.
Como le ponga las manos encima a ese maldito y retorcido
cabrón, acabaré con él.
Una vez más, imagino todas las formas en que podría
hacerlo.
Mierda.
Contrólate, Grey.
Estoy frente al Nordstrom. Igual podría comprarle algo a
Ana, lo que sea, así que compruebo si llevo la cartera en el
bolsillo trasero y entro. Estoy en la sección de pañuelos. Un
pañuelo de seda… Sí. Eso está bien.
Estoy más tranquilo cuando vuelvo al apartamento.
—¿No le gustó lo que le preparé para comer? ¿Prefiere otra
cosa? —pregunta Gail.
—No, gracias. Creo que voy a hacerte caso y me echaré un
rato. Estoy agotado.
Gail sonríe, comprensiva.
Una vez en el dormitorio, me quito los zapatos, me tumbo y
cierro los ojos.