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Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told

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Me levanto de la mesa y llamo a Ana desde el vestíbulo. No

contesta. Vuelvo a intentarlo. De nuevo sin respuesta.

Joder.

Le envío un mensaje de texto.

¿DÓNDE DEMONIOS ESTÁS?

Tendría que estar ya en casa. O aquí.

Y sé que me estoy portando como un niño malcriado, pero

es que ni siquiera me contesta las llamadas.

Regreso hecho una furia al salón, donde está a punto de

empezar la subasta benéfica. Escucho cómo presentan los dos

primeros lotes. Ambos tienen que ver con el golf.

A la puta mierda.

Extiendo un cheque por cien mil dólares y se lo entrego a la

señora Michaels.

—Lo siento, Callista, pero tengo que irme. Gracias por

organizar una velada tan agradable. Me comprometo a

contribuir con lo mismo el año que viene. La causa bien lo

vale.

—Christian, eres muy generoso. Gracias.

Me levanto para marcharme. Ella también se pone de pie y

me besa en ambas mejillas, cosa que no esperaba.

—Buenas noches —le digo, y le estrecho la mano a su

marido.

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