Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told
—Solo quería estar segura de que no ibas a coger el CharlieTango. —Su rostro palidece y un estremecimiento le recorre elcuerpo.—No iría a Nueva York con el Charlie Tango. Elhelicóptero no puede recorrer esas distancias. Además, todavíatiene que estar dos semanas más en reparación.Parece aliviada.—Bueno, me alegro de que ya casi esté arreglado, pero…—No acaba la frase y baja la vista a sus cereales.—¿Qué? —pregunto.Se encoge de hombros.No soporto que haga eso.—¿Ana? —Dímelo.—Es que… ya sabes. La última vez que volaste con elhelicóptero… Creí, creímos que… —vacila y luego se quedacallada.Oh.Ana.—Oye… —Le acaricio la cara con los dedos—. Fue unsabotaje.Y el sospechoso es tu antiguo jefe.—No podría soportar perderte —dice.—He despedido a cinco personas por eso, Ana. No volveráa pasar.—¿A cinco?
Asiento.Frunce el ceño.—Eso me recuerda algo… He encontrado un arma en tuescritorio.¿Cómo narices lo ha sabido?Las tijeras.Mierda.—Es de Leila.—Está cargada.—¿Cómo lo sabes? —pregunto.—Lo comprobé ayer.¡Qué!—No quiero que tengas nada que ver con armas. Espero quevolvieras a ponerle el seguro.Me mira como si tuviera dos cabezas.—Christian, ese revólver no tiene seguro. ¿Sabes algo dearmas?—Eh… no.Taylor se aclara la garganta. Nos está esperando en laentrada. Miro el reloj, es más tarde lo que pensaba.—Tenemos que irnos. —Me levanto, me pongo la chaquetay Ana me sigue en dirección al pasillo, donde ambossaludamos a Taylor.—Voy a lavarme los dientes —dice Ana, y Taylor y yo laobservamos mientras desaparece para ir al baño.
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- Page 620 and 621: —Échate hacia delante —ordena,
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- Page 638 and 639: —Lo es, pero no mucho. A algunos
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—Solo quería estar segura de que no ibas a coger el Charlie
Tango. —Su rostro palidece y un estremecimiento le recorre el
cuerpo.
—No iría a Nueva York con el Charlie Tango. El
helicóptero no puede recorrer esas distancias. Además, todavía
tiene que estar dos semanas más en reparación.
Parece aliviada.
—Bueno, me alegro de que ya casi esté arreglado, pero…
—No acaba la frase y baja la vista a sus cereales.
—¿Qué? —pregunto.
Se encoge de hombros.
No soporto que haga eso.
—¿Ana? —Dímelo.
—Es que… ya sabes. La última vez que volaste con el
helicóptero… Creí, creímos que… —vacila y luego se queda
callada.
Oh.
Ana.
—Oye… —Le acaricio la cara con los dedos—. Fue un
sabotaje.
Y el sospechoso es tu antiguo jefe.
—No podría soportar perderte —dice.
—He despedido a cinco personas por eso, Ana. No volverá
a pasar.
—¿A cinco?