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Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told

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—Sí que puedes. —Sacudo a cabeza y el pelo me cae sobre

los ojos.

¿Cómo no me había dado cuenta de que lo llevaba tan

largo?

—Bueno, creo que la señora Jones tiene unos tazones… —

Suelta una risita.

También yo me río.

—Vale, entendido. Ya me lo cortará Franco.

Su risa se transforma en una mueca y, tras un momento de

vacilación, me coge de la mano con una fuerza sorprendente.

—Vamos.

Me lleva hasta el baño y allí me suelta.

Parece que sí va a cortarme el pelo.

Espero mientras observo cómo arrastra la silla del baño para

colocarla delante del lavabo. Los tacones altos le realzan las

piernas, y la estrecha falda de tubo esculpe su precioso trasero.

Es un espectáculo digno de contemplar.

Se vuelve y señala la silla.

—Siéntate.

—¿Me vas a lavar el pelo?

Dice que sí con la cabeza.

Uau. No recuerdo que nadie me haya lavado el pelo. Nunca.

—Vale.

Sin apartar los ojos de los suyos, me desabotono la camisa

despacio y, cuando termino, le ofrezco la muñeca derecha. El

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