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Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told

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—Sí. —¿Y qué?

La atraigo hacia mis brazos y la estrecho, hundo la nariz en

su pelo e inhalo su dulce pero excitante fragancia. Ana me

abraza y me acaricia el pecho con la nariz, y empezamos a

balancearnos juntos. Despacio. De un lado a otro.

Ana. Esto es lo que echaba de menos. A ti. En mis brazos.

—Odio pelear contigo —susurro.

—Bueno, pues deja de ser tan irritante.

Suelto una risa y la estrecho más aún.

—¿Irritante?

—Imbécil.

—Prefiero irritante.

—Es normal. Te pega.

Río de nuevo y le doy un beso en la cabeza al recordar lo

mucho que le gustó esa palabra cuando la oyó estando en

Harrods.

Londres. Días felices.

—¿Un réquiem? —Percibo un deje de reprobación en su

murmullo.

Me encojo de hombros.

—Es una música preciosa, Ana.

Y así puedo abrazarte.

Taylor tose y yo suelto a mi mujer a regañadientes.

—Ha llegado la señorita Matteo —anuncia.

—Que pase.

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