Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told

kalpana3023talsaniya
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—Pero no soy ninguna de esas cosas, Christian. Soy tuesposa. Si te sentías dolido porque no iba a utilizar tu apellido,deberías habérmelo dicho.—¿Dolido? —Frunzo el ceño. ¿Dolido? Sí. Claro que loestoy. Lo estaba… Mierda.Esto es desconcertante. Se trata de lo que me ha dichoFlynn. Miro el reloj.—La arquitecta llegará en menos de una hora. Deberíamoscenar.Ana parece consternada. La arruga que hay entre sus cejasestá más profunda que de costumbre.—Esta discusión no ha acabado.—¿Qué más tenemos que discutir?—Podrías vender la empresa.—¿Venderla? —pregunto burlándome.—Sí.¿Por qué iba a hacer eso?—¿Crees que encontraría un comprador en el mercadoactual?—¿Cuánto te costó?—Fue relativamente barata.—¿Y si se hunde?—Sobreviviremos. Pero no dejaré que se hunda, Anastasia.No mientras tú trabajes allí.—¿Y si lo dejo?

—¿Para hacer qué?—No lo sé. Otra cosa.—Me has dicho que este es el trabajo de tus sueños. Ycorrígeme si me equivoco, pero he prometido ante Dios, elreverendo Walsh y una reunión de tus más allegados yqueridos que alentaré tus esperanzas y tus sueños y procuraréque estés segura a mi lado.—Citar tus votos matrimoniales es juego sucio.—Nunca te prometí juego limpio en lo que a ti respecta.Además, tú has utilizado tus votos como arma en algúnmomento.Tuerce el gesto.—Anastasia, si sigues enfadada conmigo, házmelo pagarluego, en la cama.De pronto se le abre la boca, y sé muy bien cómo megustaría llenarla.Ahora mismo.Aquí.Entonces recuerdo lo que me ha dicho antes.—Mil veces peor que el domingo —susurro—. Lo estoydeseando.Cierra la boca y vuelve a abrirla.Oh, nena. Lo que me gustaría hacer con esa boca.Para, Grey.—¡Gail! —llamo, e instantes después la señora Jonesregresa a la cocina.

—Pero no soy ninguna de esas cosas, Christian. Soy tu

esposa. Si te sentías dolido porque no iba a utilizar tu apellido,

deberías habérmelo dicho.

—¿Dolido? —Frunzo el ceño. ¿Dolido? Sí. Claro que lo

estoy. Lo estaba… Mierda.

Esto es desconcertante. Se trata de lo que me ha dicho

Flynn. Miro el reloj.

—La arquitecta llegará en menos de una hora. Deberíamos

cenar.

Ana parece consternada. La arruga que hay entre sus cejas

está más profunda que de costumbre.

—Esta discusión no ha acabado.

—¿Qué más tenemos que discutir?

—Podrías vender la empresa.

—¿Venderla? —pregunto burlándome.

—Sí.

¿Por qué iba a hacer eso?

—¿Crees que encontraría un comprador en el mercado

actual?

—¿Cuánto te costó?

—Fue relativamente barata.

—¿Y si se hunde?

—Sobreviviremos. Pero no dejaré que se hunda, Anastasia.

No mientras tú trabajes allí.

—¿Y si lo dejo?

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