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kalpana3023talsaniya
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Reduce la velocidad y empieza a alternar entre las doshileras de tráfico. Junto las manos en el regazo para nodistraerla.—Muy bien. —Miro atrás—. Ya no veo el Dodge.—Estamos justo detrás del Sudes, señor Grey. —La voz deSawyer se oye a través del manos libres—. Está haciendo todolo posible por recuperar su posición detrás de ustedes, señor.Vamos a intentar adelantar y colocarnos entre su coche y elDodge.—De acuerdo. La señora Grey lo está haciendo muy bien. Aesta velocidad, y si el tráfico sigue siendo fluido (y por lo queveo lo es), saldremos del puente dentro de unos pocosminutos.—Bien, señor.Pasamos como una exhalación junto a la torre de control delpuente. Ya estamos en la mitad del trayecto. Ana conduce muyrápido, pero lo hace con suavidad y mucha seguridad. Lo tienedominado.—Lo estás haciendo muy bien.—¿Hacia dónde voy?—Diríjase a la interestatal 5, señora Grey, y después al sur.Queremos comprobar si el Dodge les sigue durante todo elcamino.El semáforo del puente está verde, por suerte, y Ana sigueadelante a toda velocidad.—¡Mierda!

Hay un atasco al salir del puente. Ana aminora y miraansiosa por el espejo retrovisor, buscando el Dodge.—¿Unos diez coches por detrás más o menos? —dice.Vuelvo la vista y lo localizo.—Sí, lo veo. Me pregunto quién demonios será…—Yo también. ¿Sabemos si el que conduce es un hombre?—Ana dirige su comentario a mi teléfono.—No, señora Grey. Puede ser un hombre o una mujer. Loscristales son demasiado oscuros.—¿Una mujer? —pregunto.Ana se encoge de hombros.—¿Tu señora Robinson?¿Qué? ¡No!No he sabido nada de Elena desde… bueno, desde la boda,cuando envió ese puto mensaje de texto. Cojo mi teléfono y loretiro del soporte para silenciarlo.—No es mi señora Robinson —digo con un gruñido—. Nohe hablado con ella desde mi cumpleaños.Eso no es verdad, Grey. La llamé cuando le regalé elnegocio de los salones de belleza, pero ahora no es momentode mencionarlo.—Y Elena no haría algo así; no es su estilo.—¿Leila?—Está en Connecticut con sus padres. Ya te lo he dicho.—¿Estás seguro?

Hay un atasco al salir del puente. Ana aminora y mira

ansiosa por el espejo retrovisor, buscando el Dodge.

—¿Unos diez coches por detrás más o menos? —dice.

Vuelvo la vista y lo localizo.

—Sí, lo veo. Me pregunto quién demonios será…

—Yo también. ¿Sabemos si el que conduce es un hombre?

—Ana dirige su comentario a mi teléfono.

—No, señora Grey. Puede ser un hombre o una mujer. Los

cristales son demasiado oscuros.

—¿Una mujer? —pregunto.

Ana se encoge de hombros.

—¿Tu señora Robinson?

¿Qué? ¡No!

No he sabido nada de Elena desde… bueno, desde la boda,

cuando envió ese puto mensaje de texto. Cojo mi teléfono y lo

retiro del soporte para silenciarlo.

—No es mi señora Robinson —digo con un gruñido—. No

he hablado con ella desde mi cumpleaños.

Eso no es verdad, Grey. La llamé cuando le regalé el

negocio de los salones de belleza, pero ahora no es momento

de mencionarlo.

—Y Elena no haría algo así; no es su estilo.

—¿Leila?

—Está en Connecticut con sus padres. Ya te lo he dicho.

—¿Estás seguro?

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