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kalpana3023talsaniya
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que se asienta en sus ojos es amor.Su amor.Por mí.Creo.Todo lo que está torcido se endereza, y mi mundo vuelve agirar sobre su eje. La rodeo con el brazo y ella desliza la manoen el bolsillo trasero de mis pantalones, tocándome el culo. Esun gesto posesivo, y vivo por él.Bajamos paseando por una de las calles adoquinadas,seguidos por el equipo de seguridad, cuando una joyeríaselecta capta mi atención. Nos paramos delante, y siento laapremiante necesidad de comprarle algo a Ana. Le cojo la otramano y le paso el pulgar por la marca roja que le dejaron ayerlas esposas.—No me duele —dice Ana tras haber interpretado bien mimirada de preocupación.Cambio de posición, de manera que Ana no tiene másremedio que sacar la mano del bolsillo de mis pantalones. Esen esa muñeca donde lleva mi regalo de bodas, el que lecompré cuando acudí desesperado a Astoria Alta Joyería enbusca de los anillos. Es un reloj Omega De Ville de platinocon diamantes. Tiene una inscripción.AnastasiaTú eres mi «más»Mi amor, mi vidaChristian

Y eso jamás fue más cierto que ahora.Sin embargo, bajo la correa sigue teniendo una marca roja.Que le hice yo.Y también están los chupetones.Porque estaba cabreado con ella.Mierda. Me separo de ella, le cojo la barbilla con suavidad yle levanto la cabeza para que me mire a los ojos. Ella lo hace,tan cándida como siempre, y con la misma expresión de amor.—No me duelen —musita, y vuelvo a cogerle la mano y leplanto un delicado beso en la muñeca.Lo siento, Ana.—Ven.Entramos en la tienda porque en el escaparate he visto unapulsera de Chanel que me ha llamado la atención. Una vezdentro, se la compro sin perder tiempo. Sé que si le pregunto aAna, ella se negaría amablemente. Es bonita, de platino conpequeños diamantes, y le queda de maravilla.—Póntela. —Se la pongo en la muñeca y se la abrocho.Oculta la marca roja—. Así está mejor —musito.—¿Mejor?Ana frunce un poco el ceño.—Ya sabes por qué lo digo.—No necesito esto.

que se asienta en sus ojos es amor.

Su amor.

Por mí.

Creo.

Todo lo que está torcido se endereza, y mi mundo vuelve a

girar sobre su eje. La rodeo con el brazo y ella desliza la mano

en el bolsillo trasero de mis pantalones, tocándome el culo. Es

un gesto posesivo, y vivo por él.

Bajamos paseando por una de las calles adoquinadas,

seguidos por el equipo de seguridad, cuando una joyería

selecta capta mi atención. Nos paramos delante, y siento la

apremiante necesidad de comprarle algo a Ana. Le cojo la otra

mano y le paso el pulgar por la marca roja que le dejaron ayer

las esposas.

—No me duele —dice Ana tras haber interpretado bien mi

mirada de preocupación.

Cambio de posición, de manera que Ana no tiene más

remedio que sacar la mano del bolsillo de mis pantalones. Es

en esa muñeca donde lleva mi regalo de bodas, el que le

compré cuando acudí desesperado a Astoria Alta Joyería en

busca de los anillos. Es un reloj Omega De Ville de platino

con diamantes. Tiene una inscripción.

Anastasia

Tú eres mi «más»

Mi amor, mi vida

Christian

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