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Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told

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—¿Qué? —le pregunto, alarmado por su expresión.

—Yo no sé nada de arte, Christian.

Me encojo de hombros.

—Solo vamos a comprar algo que nos guste. No estamos

hablando de inversiones.

Parece un poco menos asustada, pero sí que está

preocupada.

—¿Qué? —vuelvo a preguntarle—. Ya sé que solo hemos

visto los dibujos de la arquitecta… Pero no pasa nada por

mirar, y además parece que es un pueblo medieval con mucho

encanto.

Su expresión no cambia.

—¿Qué te pasa ahora? —le pregunto.

Joder, Ana. ¿Aún sigues enfadada por lo de ayer?

Ella niega con la cabeza.

—Dímelo —le ruego, pero ella no suelta prenda—. ¿No

seguirás enfadada por lo que hice ayer?

No consigo que me mire a los ojos. En vez de eso, entierro

la cabeza entre sus pechos y le acaricio la piel con la nariz.

—No. Tengo hambre —contesta.

—¿Y por qué no me lo has dicho antes?

La bajo de mi regazo.

Ana y yo sucumbimos al hechizo de Saint-Paul-de-Vence.

Paseamos por las estrechas calles adoquinadas y aspiramos

todo su encanto típicamente francés, seguidos a una distancia

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