Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told
—Esto es como desenvolver los regalos de Navidad —susurro, y la miro.—Un regalo que ya tenías… —dice en voz baja.¿Qué? Su comentario me coge por sorpresa.—Oh, no, nena. Ahora eres mía de verdad —le aseguro,creyendo que es lo que necesita oír.—Christian, he sido tuya desde que te dije que sí. —Seinclina hacia mí y me rodea la cara con las manos—. Soy tuya.Siempre seré tuya, esposo mío.Esposo. Es la primera vez que lo ha dicho desde laceremonia.—Pero ahora mismo creo que llevas demasiada ropa —prosigue con voz suave, pegada a mis labios. Se inclinatodavía más para besarme, pero la palabra «esposo» resuenaen mi corazón.Soy suyo. Completamente suyo.Me incorporo y la beso, le cojo la cabeza con ambas manos,enredando los dedos en su pelo.—Ana —jadeo—. Mi Ana.Y la beso una vez más. Con furia. Mi lengua se abre paso ensu boca y se deleita con su sabor. El sabor de mi mujer. Anaresponde a una pasión que soy incapaz de expresar conpalabras y su lengua se une a la mía con el mismo frenesí.—La ropa —jadea cuando volvemos a la superficie enbusca de aire e intenta quitarme el chaleco.La suelto para desprenderme de él mientras ella me observacon esos bellos ojos azules, que se nublan de deseo.
—Déjame, por favor —ruega.Ana se inclina hacia mí cuando me siento sobre los talones,y coge la corbata.Esa corbata.Mi favorita.Deshace el nudo lentamente y tira de ella.Levanto la barbilla para que me desabroche el botónsuperior y luego pasa a los puños y me quita los gemelos, unodetrás de otro. Alargo la mano para que los deposite en mipalma y cierro el puño sobre ellos, lo beso y los guardo en elbolsillo de los pantalones.—Qué romántico, señor Grey.—Para usted, señora Grey, solo flores y corazones. Siempre.Me coge la mano y, mirándome a través de las largas yoscuras pestañas, besa la alianza.Oh, Dios. Cierro los ojos y gimo.—Ana.Empieza a desabrocharme la camisa, y cada vez que liberaun botón, deposita un suave beso sobre mi pecho y loacompaña de una palabra.—Tú. Me. Haces. Muy. Feliz. Te. Quiero —dice entresusurros.Es demasiado. La deseo.Joder, cómo la deseo.Me quito la camisa con un gemido, subo a Ana a la cama yla tiendo debajo de mí. Mis labios buscan los suyos y le sujeto
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—Déjame, por favor —ruega.
Ana se inclina hacia mí cuando me siento sobre los talones,
y coge la corbata.
Esa corbata.
Mi favorita.
Deshace el nudo lentamente y tira de ella.
Levanto la barbilla para que me desabroche el botón
superior y luego pasa a los puños y me quita los gemelos, uno
detrás de otro. Alargo la mano para que los deposite en mi
palma y cierro el puño sobre ellos, lo beso y los guardo en el
bolsillo de los pantalones.
—Qué romántico, señor Grey.
—Para usted, señora Grey, solo flores y corazones. Siempre.
Me coge la mano y, mirándome a través de las largas y
oscuras pestañas, besa la alianza.
Oh, Dios. Cierro los ojos y gimo.
—Ana.
Empieza a desabrocharme la camisa, y cada vez que libera
un botón, deposita un suave beso sobre mi pecho y lo
acompaña de una palabra.
—Tú. Me. Haces. Muy. Feliz. Te. Quiero —dice entre
susurros.
Es demasiado. La deseo.
Joder, cómo la deseo.
Me quito la camisa con un gemido, subo a Ana a la cama y
la tiendo debajo de mí. Mis labios buscan los suyos y le sujeto