Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told
—Cierto. —Le aprieto la mano—. Pero no te voy adesnudar aquí. Entonces no nos iríamos hasta… no sé…Agito la mano, esperando que baste con eso.Se ruboriza y me suelta.Por mucho que desee arrancarle el vestido, tenemos un jetesperándonos con una hora de despegue asignada.—Y no te sueltes el pelo —murmuro, tratando de disimularmi deseo en vano.—Pero…Frunce el ceño.—Nada de «peros», Anastasia. Estás preciosa. Y quiero seryo el que te desnude. Guarda en tu bolsa de mano la ropa quete ibas a poner. La vas a necesitar. —Para cuando lleguemos anuestro destino—. Taylor ya tiene tu maleta.—Está bien.Me sonríe con dulzura y la dejo para ir en busca de mimadre y Alondra e informarles de que nos vamos. Laorganizadora de la boda es a la primera que encuentro.—Gracias. —Le estrecho la mano—. Todo ha ido muy bien.—No hay de qué, señor Grey. Voy a reunir a todo el mundo.—Perfecto. Gracias de nuevo.Una Carla de ojos llorosos contempla cómo su hija y su exmarido intercambian un torpe abrazo mientras Ana sujeta elramo de novia con fuerza. Ana tiene la mirada vidriosa.—Y vas a ser una esposa sensacional también —murmuraRay, y las lágrimas brillan en sus ojos una vez más. Repara en
mí y sacude la cabeza antes de estrecharme la mano converdadero afecto—. Cuida de mi niña, Christian.—Eso es lo que pretendo hacer, Ray. Carla.Beso a la madre de Ana en la mejilla.Los invitados que aún no se han ido se han congregadojunto a las cristaleras y han formado un pasillo que parte desdela terraza y rodea el lateral de la casa hasta la salida.Miro a Ana para saber cómo está. Ha recuperado la sonrisa.—¿Lista? —pregunto.—Sí.De la mano, nos agachamos para pasar por debajo de losbrazos estirados y cruzamos el arco a la carrera, bajo unalluvia de arroz, mientras nos desean suerte, amor y lo mejor.Mis padres nos esperan al final del pasillo.—Gracias, mamá —murmuro mientras me abraza confuerza, ya sin preocuparse por si me mancha el traje demaquillaje. Mi padre me atrae hacia sí y me estrecha entre susbrazos.—Bien hecho, hijo. Que tengáis una maravillosa luna demiel.Los dos besan y abrazan a Ana, y Grace empieza a llorar denuevo.¡Mamá! Serénate.Taylor, que espera junto a la puerta del conductor, se acercapara abrir la trasera, pero sacudo la cabeza y se la abro yo aAna, quien se vuelve de pronto y lanza el ramo hacia lamultitud que espera. Mia lo atrapa con un grito exagerado de
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mí y sacude la cabeza antes de estrecharme la mano con
verdadero afecto—. Cuida de mi niña, Christian.
—Eso es lo que pretendo hacer, Ray. Carla.
Beso a la madre de Ana en la mejilla.
Los invitados que aún no se han ido se han congregado
junto a las cristaleras y han formado un pasillo que parte desde
la terraza y rodea el lateral de la casa hasta la salida.
Miro a Ana para saber cómo está. Ha recuperado la sonrisa.
—¿Lista? —pregunto.
—Sí.
De la mano, nos agachamos para pasar por debajo de los
brazos estirados y cruzamos el arco a la carrera, bajo una
lluvia de arroz, mientras nos desean suerte, amor y lo mejor.
Mis padres nos esperan al final del pasillo.
—Gracias, mamá —murmuro mientras me abraza con
fuerza, ya sin preocuparse por si me mancha el traje de
maquillaje. Mi padre me atrae hacia sí y me estrecha entre sus
brazos.
—Bien hecho, hijo. Que tengáis una maravillosa luna de
miel.
Los dos besan y abrazan a Ana, y Grace empieza a llorar de
nuevo.
¡Mamá! Serénate.
Taylor, que espera junto a la puerta del conductor, se acerca
para abrir la trasera, pero sacudo la cabeza y se la abro yo a
Ana, quien se vuelve de pronto y lanza el ramo hacia la
multitud que espera. Mia lo atrapa con un grito exagerado de