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Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told

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día en que cumplí los trece años, siempre andábamos los dos a

la greña. Ahuyento el recuerdo. Me resulta doloroso.

En ese momento, rodeado del quedo esplendor de la nave

central de la iglesia, me embarga una sensación de paz que me

resulta familiar.

—Ven. Quiero enseñarte algo.

Echamos a andar por el pasillo central, acompañados del

repiqueteo de los tacones de Ana sobre las losas del suelo

hasta llegar a una pequeña capilla. Sus paredes doradas y el

suelo oscuro conforman el marco perfecto para la exquisita

estatua de la Virgen, rodeada de velas titilantes.

Ana da un respingo al verla.

Indiscutiblemente, sigue siendo una de las efigies marianas

más bellas que he visto en mi vida. Con los ojos mirando al

suelo con recato, Nuestra Señora sostiene a su Hijo

levantándolo en el aire. Su manto de color dorado y azul

resplandece bajo la luz de las velas encendidas.

Es espectacular.

—Mi madre solía traernos aquí de vez en cuando para oír

misa. Este es mi sitio favorito: la capilla de la Santísima

Virgen María —susurro.

Ana lo absorbe todo con avidez: la escena, la estatua, las

paredes, el techo oscuro cubierto de estrellas doradas.

—¿Fue esto lo que inspiró tu colección? ¿La Virgen con el

Niño? —pregunta, y percibo la admiración en su voz.

—Sí.

—La maternidad —murmura y me mira.

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