Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told
—Mucho mejor. —Y le hablo sobre mi última conversacióncon Grace.—Eso suena genial. ¿Y con tu padre?—Ninguna novedad desde su disculpa sorpresa.—Bien. —Hace una pausa—. ¿Has recibido el e-mail que tereenvié de parte de Leila?—Sí. No quiero verla.—Seguramente sea la opción más sabia. Ya se lo diré yo.—Gracias.Sonríe.—¿Sabes? A lo mejor tú no tienes muchas ganas de que seael día de tu boda, pero mi mujer está emocionadísima.Me río.—Vamos a llevar a los chicos. Espero que lo tengas todobien atornillado.—Creo que Ros, la directora general de mi empresa,también traerá a sus hijos.—¿Habéis hablado Ana y tú sobre el tema de tener hijos?—Solo por encima. Tenemos años para planteárnoslo.Somos jóvenes los dos. De hecho, a veces olvido lo joven quees ella.Sí, soy el adolescente enfurruñado.—Los dos sois jóvenes. —Se queda mirando el reloj depared que tengo detrás—. Creo que hemos terminado, a menosque quieras hablar de algo más… No volveré a verte de formaprofesional durante un tiempo.
—Eso es todo. Gracias por escucharme.—Es mi trabajo. Y recuerda: no te regodees en lospensamientos negativos. Céntrate en lo positivo.Asiento con la cabeza y me levanto.—Y un consejo, a nivel personal —dice John—. Esposafeliz, vida feliz. Hazme caso en esto.Me río y él sonríe.—Me gusta verte reír, Christian.Ana y yo estamos mirándonos. Nos encontramos tumbados enmi cama… en nuestra cama, con las narices pegadas, ambosadormilados, pero ninguno de los dos dormido.—Ha sido agradable —susurra Ana.Yo entrecierro los ojos.—Ya estás con esa palabra otra vez.Ella sonríe y me acaricia la mejilla con los dedos. Su sonrisase esfuma.—¿Qué ocurre? —le pregunto, y ella desvía la mirada haciaabajo, para no mirarme—. ¿Ana?Me mira directamente a los ojos con intensidad.—No nos habremos precipitado demasiado, ¿verdad? —mepregunta enseguida, con un tono ahogado y en voz baja.Todos mis sentidos se ponen de pronto en alerta.¿Adónde coño quiere ir a parar con esto?—¡No! ¿Por qué piensas eso?
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—Mucho mejor. —Y le hablo sobre mi última conversación
con Grace.
—Eso suena genial. ¿Y con tu padre?
—Ninguna novedad desde su disculpa sorpresa.
—Bien. —Hace una pausa—. ¿Has recibido el e-mail que te
reenvié de parte de Leila?
—Sí. No quiero verla.
—Seguramente sea la opción más sabia. Ya se lo diré yo.
—Gracias.
Sonríe.
—¿Sabes? A lo mejor tú no tienes muchas ganas de que sea
el día de tu boda, pero mi mujer está emocionadísima.
Me río.
—Vamos a llevar a los chicos. Espero que lo tengas todo
bien atornillado.
—Creo que Ros, la directora general de mi empresa,
también traerá a sus hijos.
—¿Habéis hablado Ana y tú sobre el tema de tener hijos?
—Solo por encima. Tenemos años para planteárnoslo.
Somos jóvenes los dos. De hecho, a veces olvido lo joven que
es ella.
Sí, soy el adolescente enfurruñado.
—Los dos sois jóvenes. —Se queda mirando el reloj de
pared que tengo detrás—. Creo que hemos terminado, a menos
que quieras hablar de algo más… No volveré a verte de forma
profesional durante un tiempo.