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Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told

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Elliot saluda a los encargados y nos indican que vayamos al

establo, donde vemos el equipo de seguridad colgado de unos

ganchos: cascos, arneses, correas y mosquetones. Todo me

resulta confortablemente familiar.

—Eh, campeón, estos arneses son la hostia. Se me ocurre

algún rollo sucio y pervertido para el que nos podrían venir

muy bien —suelta Elliot mientras se pone el suyo y, por una

vez, me quedo sin palabras.

¿Lo sabe?

¿Se me han puesto rojas las orejas?

¡Mierda! ¿Habrá hablado Ana con Kate?

Elliot parece tan ingenuo como de costumbre, así que

supongo que no, porque si lo supiera, se estaría descojonando

de mí.

—Eres idiota. Esto es como un paracaídas —le contesto. La

distracción es siempre la mejor maniobra—. La semana pasada

me compré un planeador nuevo. Deberías venir a Ephrata un

día de estos y así lo pruebas.

—¿Para dos?

—Sí.

—Eso sería una pasada.

Estamos en la primera plataforma, rodeados de pinos.

—¡Hasta el infinito y más allá! —grita Elliot, y se tira, con

toda la valentía que asocio con su actitud despreocupada ante

la vida. Grita como un gorila en celo mientras se desliza por la

cuerda, y su euforia es contagiosa. Aterriza con asombrosa

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