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Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told

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—Envíame lo que tienes.

Cuelgo.

¡Putos paparazzi!

Al cabo de un instante me salta su e-mail en la bandeja de

entrada, y de inmediato leo el archivo adjunto. Aunque a

regañadientes, reconozco que puede que tenga razón. No está

tan mal, y las fotografías de Ana son aceptables, aunque de

mala calidad. Pero también tienen la foto de su anuario. Está

muy mona. Y se la ve muy joven. Llamo a Sam.

—Deja que me lo piense.

Cuando llegamos a la casa nueva, recorremos todas las

habitaciones detrás de Gia Matteo.

—Me encanta la escalera —comenta ella con entusiasmo—.

No me extraña que quieran quedársela.

Me mira con una sonrisa, como si hubiera sido idea mía.

Pero cariño, si yo quería tirarla al suelo y construir otra

nueva. Es Ana quien se ha enamorado de esta vieja casa.

—Me encanta el estilo de la época —afirma Ana.

Gia le dirige una sonrisa.

—Claro —dice.

La seguimos hasta el salón principal. Elliot se queda un

poco atrás. Se mantiene mucho más callado de lo habitual, y

me pregunto si será porque está liado con la señora Matteo. No

lo sé. Es una mujer vehemente, con algunas ideas realmente

buenas, y recuerdo nuestro breve encuentro el día que la

conocí cuando estaba a cargo de la reforma de mi casa de

Aspen. Hizo un trabajo excelente.

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