Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told
Ella da un gemido ahogado.—Separa las piernas —le ordeno.Ana no me hace caso.—¡Ana!Ella mueve los pies con cautela y yo le deslizo la punta delconsolador por el muslo y lo introduzco en su interior con granparsimonia.—¡Ah! —gime— ¡Está frío!Para empezar, muevo la mano arriba y abajo suavemente,consciente de que esa varita mágica de cristal está diseñadapara alcanzar ese punto potente y tan tan dulce de su interior.No tardará mucho. Con la otra mano le rodeo la cintura, laatraigo hacia mí y le beso el cuello mientras aspiro suestimulante olor.Ana, desmorónate en mis brazos.Está cerca, muy cerca. Continúo moviendo la mano arriba yabajo, más fuerte, más deprisa. La excito más y más. Se letensan las piernas y, de pronto, se queda rígida y grita, y elclímax se abre paso en su cuerpo. Da sacudidas contra lascuerdas que la sujetan mientras yo empujo el consolador en suinterior y la obligo a aguantar el orgasmo. Cuando echa haciaatrás la cabeza y relaja la boca, le saco el consolador y loarrojo en la cama. Le desabrocho un mosquetón y luego el otrode las tiras de los hombros y la llevo hasta la cama.La tumbo sin quitarle el arnés. Sigue teniendo las manosatadas. Le retiro el antifaz. Tiene los ojos cerrados. Medesabrocho los pantalones y, con un gesto ágil, me los quitojunto con los boxers. De pie sobre ella, le agarro los muslos,
los coloco a ambos lados de mis caderas y la penetro de golpe.Luego me quedo quieto.Ella grita y abre los ojos.Está húmeda, muy húmeda.Y es mía.Nos quedamos mirándonos el uno al otro. Ella tiene lamirada aturdida y llena de pasión. Y de deseo. Y de anhelo.—Por favor —susurra, y yo bajo el culo y empiezo amoverme.Entro hasta el fondo. Le aferro los muslos con los dedos yella cruza las piernas por detrás de mí. Me sujeta. Yo memuevo en su interior, adelante y atrás, adelante y atrás.Cuando me siento cerca del límite, le suelto las piernas y ellalas tensa a mi alrededor, y yo me tumbo sobre ella y coloco lasmanos al lado de sus hombros mientras me agarro con fuerza alas sábanas rojas de raso.—Vamos, nena, otra vez —grito, y casi no reconozco mipropia voz.Ana se deja ir, y me arrastra consigo. Me corro en unorgasmo potente y prolongado a la vez que grito; y grito sunombre.Ana.Me dejo caer a su lado. Totalmente. Agotado.Cuando recobro la capacidad de pensar, me inclino sobreella y le desato las sujeciones de las muñecas, y luego laabrazo.—¿Qué tal? —musito.
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los coloco a ambos lados de mis caderas y la penetro de golpe.
Luego me quedo quieto.
Ella grita y abre los ojos.
Está húmeda, muy húmeda.
Y es mía.
Nos quedamos mirándonos el uno al otro. Ella tiene la
mirada aturdida y llena de pasión. Y de deseo. Y de anhelo.
—Por favor —susurra, y yo bajo el culo y empiezo a
moverme.
Entro hasta el fondo. Le aferro los muslos con los dedos y
ella cruza las piernas por detrás de mí. Me sujeta. Yo me
muevo en su interior, adelante y atrás, adelante y atrás.
Cuando me siento cerca del límite, le suelto las piernas y ella
las tensa a mi alrededor, y yo me tumbo sobre ella y coloco las
manos al lado de sus hombros mientras me agarro con fuerza a
las sábanas rojas de raso.
—Vamos, nena, otra vez —grito, y casi no reconozco mi
propia voz.
Ana se deja ir, y me arrastra consigo. Me corro en un
orgasmo potente y prolongado a la vez que grito; y grito su
nombre.
Ana.
Me dejo caer a su lado. Totalmente. Agotado.
Cuando recobro la capacidad de pensar, me inclino sobre
ella y le desato las sujeciones de las muñecas, y luego la
abrazo.
—¿Qué tal? —musito.