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Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told

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Ana me está observando.

—Baja la cabeza —le advierto.

Ella, obediente, clava la mirada en el suelo.

Cierro los ojos. Cada vez que hace lo que le ordeno es

música para mi alma. No puedo obligarla a obedecerme fuera

de esta habitación, pero aquí pienso sacarle el máximo partido.

Me acerco otra vez a ella y me planto justo delante.

—Las piernas. Más abiertas.

Ella se remueve y separa los muslos. Gimo en señal de

aprobación, me quito la camiseta y la arrojo al suelo.

Despacio, me desabrocho el cinturón y lo saco de las trabillas

de los pantalones. Ana crispa los dedos sobre los muslos.

¿Se estará preguntando qué pienso hacer con el cinturón?

Eso eran otros tiempos, Ana.

Sin embargo, para conseguir un golpe de efecto, lo suelto y

este hace ruido cuando cae al suelo. Ana se estremece.

Mierda.

Me agacho y le acaricio el pelo.

—Eh, no te preocupes, Ana.

Ella levanta la cabeza para mirarme; cada gesto es el sueño

lascivo de todo dominante, y noto que mi polla se está

poniendo a tono ante la expectativa. Disfruto de ese dulce

momento tomándome mi tiempo. Me desabrocho el botón del

pantalón y bajo la cremallera de la bragueta a la vez que le tiro

del pelo con más fuerza. Mis intenciones están claras, y ella

me mira con una expresión capaz de encender mi deseo de

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