Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told

kalpana3023talsaniya
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—Vamos a llevarlo al hangar.Camino detrás de Ana de regreso al coche, acompañados porSawyer y Reynolds. La coleta se balancea con gracia sobre suespalda. Todavía lleva puesta la gorra, y por debajo de lacazadora de béisbol azul marino se le ve el culo cubierto porunos vaqueros ajustados. Mueve las caderas adelante y atráscon la precisión de un metrónomo, y ese ritmo obra en mí unaespecie de hipnosis. Qué sexy está, joder. Avivo el paso pararodear el coche y abrirle la puerta.—Tienes un aspecto fenomenal. Creo que esta mañana no telo he dicho.—Creo que sí —responde ella con una dulce sonrisa.—Bueno, pues me apetece volver a decírtelo.—Contente, Christian Grey. —Me pasa los dedos por lacamiseta blanca y la sensación se propaga por mi pecho y elresto de mi cuerpo.Tengo que llevarla a casa.Pero antes… a comer. Hoy comeremos tarde. Cierro lapuerta del acompañante y me dirijo al asiento del conductor.Hacemos una parada en Ephrata para comer una pizza.—¿Te importa si la pedimos para llevar? —le preguntocuando entramos en el pequeño restaurante.—¿Quieres comértela en el coche?—Sí.—¿En tu R8 impecable?—El mismo.

—Vale.Ana parece perpleja.—Estoy impaciente por llegar a casa.—¿Por qué?Me la quedo mirando, y arqueo una ceja con una sola ideaen mente. ¿Tú qué crees, Ana?—Ah… —exclama, y clava los dientes en su labio inferiorpara reprimir una sonrisa mientras sus mejillas se enciendenadquiriendo ese tono sonrosado que tanto me gusta—. Vale…Sí… Para llevar —suelta, y no me queda más remedio queecharme a reír.—Esta pizza está de muerte —dice Ana con la boca llena.Me alegro de haber cogido suficientes servilletas de papel.—Más —le pido, y ella sostiene el pedazo en alto para quelo muerda.Cuando abro la boca, ella lo retira y da otro bocado.—¡Eh!Ana suelta una risita.—¡Es mi pizza!Hago un mohín porque estoy conduciendo y no puedo hacerotra cosa.—Toma —dice, y esta vez me deja dar un bocado.—Sabes que voy a vengarme.—¿Ah, sí? —me provoca—. Hazlo, Grey.

—Vale.

Ana parece perpleja.

—Estoy impaciente por llegar a casa.

—¿Por qué?

Me la quedo mirando, y arqueo una ceja con una sola idea

en mente. ¿Tú qué crees, Ana?

—Ah… —exclama, y clava los dientes en su labio inferior

para reprimir una sonrisa mientras sus mejillas se encienden

adquiriendo ese tono sonrosado que tanto me gusta—. Vale…

Sí… Para llevar —suelta, y no me queda más remedio que

echarme a reír.

—Esta pizza está de muerte —dice Ana con la boca llena.

Me alegro de haber cogido suficientes servilletas de papel.

—Más —le pido, y ella sostiene el pedazo en alto para que

lo muerda.

Cuando abro la boca, ella lo retira y da otro bocado.

—¡Eh!

Ana suelta una risita.

—¡Es mi pizza!

Hago un mohín porque estoy conduciendo y no puedo hacer

otra cosa.

—Toma —dice, y esta vez me deja dar un bocado.

—Sabes que voy a vengarme.

—¿Ah, sí? —me provoca—. Hazlo, Grey.

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