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Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told

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—¿A babor?

—A la izquierda.

—Ah, ya.

Todavía se observa un poco de nieve en la cima de las

montañas, a pesar de que estamos en julio.

—¿Qué es esa masa de agua de ahí?

—El lago Banks.

—Christian, esto es precioso.

Nos hallamos a siete mil pies, y sé que podemos ascender

más. Podríamos recorrer millas y millas y aterrizar en algún

campo a varias leguas de distancia. La idea me atrae: Ana y yo

solos en mitad de algún paraje natural… Pero no creo que a

Sawyer y a Reynolds les hiciese gracia, ni a Ana tampoco.

—¡Mira! —exclama Ana.

Por debajo de nosotros se eleva un remolino de polvo de

tamaño considerable.

¡Una corriente ascendente!

Voy directamente hacia ella y nos elevamos más, y más

rápido.

—¡Uau! —grita Ana, eufórica—. ¿Hoy no hay acrobacias?

—pregunta.

—Primero estoy cogiéndole el tranquillo.

¡A la mierda! Me encanta hacer chillar a Ana. Aumento la

velocidad y ella grita de placer, con las manos extendidas y la

coleta medio deshecha, mientras nos hallamos suspendidos

sobre la tierra, sobre las llanuras de Washington.

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