Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told

kalpana3023talsaniya
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ambos es atronador y crece hasta envolver el espacio que nosrodea mientras nos comemos con los ojos.De pronto, el vasto espacio se queda sin oxígeno. Estamossolo nosotros, solo nuestro deseo, crepitando invisible entrelos dos. Lo veo en sus ojos como el cielo de verano. Suspupilas se dilatan. Se oscurecen. Son un reflejo de mi ansia.De mi amor. Nuestro amor.—Has estado muy distante. —Su voz es casi inaudible—.Toda la semana.—No. Distante no. Asustado.—¡No! —exclama con un suave tono de ternura.Acorta la distancia entre ambos sin moverse. Se acerca y meacaricia la barba incipiente con las yemas de los dedos; y sutacto retumba en todos mis huesos y tendones.Cierro los ojos para sentir la reacción de mi cuerpo.Ana.Ella tiene los dedos en mi camisa y me desabrocha losbotones.—No tengas miedo —me dice susurrando y me besa una delas cicatrices situadas sobre mi corazón desbocado.Ya no lo aguanto más: le sujeto la cara entre las manos,acerco sus labios a los míos y la beso con avidez. Ana es unbanquete para un hombre hambriento. Sabe a amor y a lujuriay a Ana.—Vámonos. Ahora. A Las Vegas. A casarnos —le suplicohablando sobre sus labios ardientes—. Les diremos a todosque no podíamos esperar.

Ella gime y vuelvo a besarla, y atrapo todo cuanto me da,me sumerjo en su deseo, en su amor, me duele desearla tanto,estoy loco por poseerla.Cuando Ana se separa un poco de mí, ambos inspiramoscon fuerza para recuperar el aliento y ella me mira,deslumbrada.—Si eso es lo que quieres… —dice, jadeante y llena decompasión.La aprieto contra mi cuerpo.Ella lo haría por mí.No obedecerá… pero sí hará esto.Maldita sea.Y yo sé que tengo que darle la boda que se merece. No untrámite a toda prisa en una capilla para bodas de Las Vegas. Michica se merece lo mejor.—Vamos a la cama —le susurro al oído, y ella hunde losdedos en mi pelo mientras la tomo en brazos.—Creía que no ibas a pedírmelo nunca —dice, y la llevohasta la habitación.

Ella gime y vuelvo a besarla, y atrapo todo cuanto me da,

me sumerjo en su deseo, en su amor, me duele desearla tanto,

estoy loco por poseerla.

Cuando Ana se separa un poco de mí, ambos inspiramos

con fuerza para recuperar el aliento y ella me mira,

deslumbrada.

—Si eso es lo que quieres… —dice, jadeante y llena de

compasión.

La aprieto contra mi cuerpo.

Ella lo haría por mí.

No obedecerá… pero sí hará esto.

Maldita sea.

Y yo sé que tengo que darle la boda que se merece. No un

trámite a toda prisa en una capilla para bodas de Las Vegas. Mi

chica se merece lo mejor.

—Vamos a la cama —le susurro al oído, y ella hunde los

dedos en mi pelo mientras la tomo en brazos.

—Creía que no ibas a pedírmelo nunca —dice, y la llevo

hasta la habitación.

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