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Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told

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—¿Te marcharías? —Apenas se me oye. Su afirmación ha

desbaratado mi mundo.

—Ahora mismo. Sí. Te comportas como un adolescente

mimado.

—Eso no es justo —replico—. Lo necesito.

—No, no es verdad. Solo lo crees. Se supone que somos

adultos, por el amor de Dios. Lo solucionaremos hablando,

como hacen los adultos.

Nos miramos, cada uno desde su lado del abismo.

No quiere dar su brazo a torcer.

Mierda.

—Necesito una ducha —mascullo, y ella se aparta para

dejarme pasar.

Cuando entro en el salón, Ana está sentada junto a la encimera

de la cocina, donde hay dos sitios puestos para la cena. Gail

está ocupada en los fogones.

—No tengo hambre —anuncio—. Y aún he de terminar el

trabajo.

Ana frunce el ceño y abre la boca como para decir algo,

pero la vuelve a cerrar cuando paso de largo junto a ella. No se

me escapa la miradita que cruza con la señora Jones.

¿Están compinchadas?

Esa idea hace que me hierva la sangre, así que voy directo a

mi estudio y cierro de un portazo.

Mierda.

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