Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told
—Hola. —Le tiembla la voz, suave y entrecortada. Pareceinsegura y triste, y una gelidez me atenaza el corazón.—¿Qué ocurre? ¿Estás bien? —pregunto.—Estoy bien. Eres tú quien me preocupa.El alivio enseguida se convierte en irritación. Mipreocupación era infundada.—Estoy bien, pero ocupado.—Pues hablemos cuando vuelvas a casa.—Vale —respondo, consciente de que estoy siendo cortante.Ella no añade nada más, pero la oigo respirar al otro lado dela línea. Parece agitada, y el frío que he sentido hace unosinstantes queda desbancado por la habitual añoranza.¿Qué ocurre, Ana? ¿Qué es lo que quieres decirme? Elsilencio se interpone entre nosotros, lleno de recriminaciones yverdades sin decir.—Christian —musita por fin.—Anastasia, tengo cosas que hacer. Debo colgar.—Esta noche —susurra.—Esta noche. —Cuelgo y miro el teléfono frunciendo elceño.No es tanto pedir, Anastasia.—¿A casa? —pregunta Taylor cuando se sienta al volantedel Audi.—Claro —murmuro distraído.
Parte de mí no quiere ir allí. Todavía no he pensado unargumento consistente para convencer a Ana de que cambie deopinión. Y tengo trabajo que hacer esta noche. Una sesión delectura: dos informes de peso del departamento de cienciasmedioambientales de la Universidad Estatal de Washington,los resultados de los terrenos de prueba en África y el artículode la profesora Gravett sobre los microbios responsables de lafijación del nitrógeno en la tierra. Por lo visto, los microbiosson esenciales para la regeneración del suelo, y esaregeneración es clave para el secuestro de carbono. Estamisma semana reconsideraré mi financiación a sudepartamento.Tal vez debería llevar a Ana a cenar a algún sitio, y hablarallí sobre sus votos. Quizá logre convencerla con la ayuda deuna copa de vino. Recuerdo la cena en la que discutimos elcontrato de Amo y sumisa.Mierda. Eso tampoco salió como lo había planeado.Me siento apesadumbrado. A través del cristal polarizadoveo a los turistas y a los oficinistas que se empujan por la calley me invade un sentimiento de justa indignación. Tampocoestoy pidiendo tanto, joder. Es lo único que quiero. Ella puedetener todo lo que le apetezca. Saber que me obedecerá medaría sensación de seguridad. ¿Es que no lo entiende?En la acera, un joven con gafas de sol y unos pantalonescortos floreados y muy chabacanos discute con una mujervestida con la misma extravagancia. Su pelea atrae miradas dedesconcierto de quienes pasan por su lado.Esos seremos Ana y yo esta noche. Lo sé. Y la idea medeprime más aún.
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Parte de mí no quiere ir allí. Todavía no he pensado un
argumento consistente para convencer a Ana de que cambie de
opinión. Y tengo trabajo que hacer esta noche. Una sesión de
lectura: dos informes de peso del departamento de ciencias
medioambientales de la Universidad Estatal de Washington,
los resultados de los terrenos de prueba en África y el artículo
de la profesora Gravett sobre los microbios responsables de la
fijación del nitrógeno en la tierra. Por lo visto, los microbios
son esenciales para la regeneración del suelo, y esa
regeneración es clave para el secuestro de carbono. Esta
misma semana reconsideraré mi financiación a su
departamento.
Tal vez debería llevar a Ana a cenar a algún sitio, y hablar
allí sobre sus votos. Quizá logre convencerla con la ayuda de
una copa de vino. Recuerdo la cena en la que discutimos el
contrato de Amo y sumisa.
Mierda. Eso tampoco salió como lo había planeado.
Me siento apesadumbrado. A través del cristal polarizado
veo a los turistas y a los oficinistas que se empujan por la calle
y me invade un sentimiento de justa indignación. Tampoco
estoy pidiendo tanto, joder. Es lo único que quiero. Ella puede
tener todo lo que le apetezca. Saber que me obedecerá me
daría sensación de seguridad. ¿Es que no lo entiende?
En la acera, un joven con gafas de sol y unos pantalones
cortos floreados y muy chabacanos discute con una mujer
vestida con la misma extravagancia. Su pelea atrae miradas de
desconcierto de quienes pasan por su lado.
Esos seremos Ana y yo esta noche. Lo sé. Y la idea me
deprime más aún.