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Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told

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Virgen de la pequeña capilla de la catedral de Santiago de

Seattle.

—Es preciosa —dice Ana en voz baja, sobrecogida.

Estoy muy orgulloso de esas fotos. Tengo la intención de

colgarlas para sustituir varios cuadros de la Virgen y el Niño

del vestíbulo. En la siguiente, Ana tiene a Ted en brazos

mientras mira a cámara, y en sus ojos se percibe un destello de

diversión además de algo más oscuro… algo que es solo para

mí. Me encanta esa fotografía.

Hay cuatro de Ana y Teddy; y luego la última.

Ana vuelve a ahogar un suspiro. Somos Ted y yo, es un

selfi. Lo tengo en brazos, bien rollizo y lleno de hoyuelos,

hecho un ovillo contra mi pecho desnudo, dormido mientras

yo miro a cámara.

—Oh, Christian, esta es fabulosa. Me encanta. —Ana se

vuelve hacia mí con lágrimas en los ojos—. Mis dos hombres

preferidos en una sola imagen cautivadora.

—Los dos te quieren, mucho.

—¡Y yo a vosotros! —Cierra la carpeta y la deja a un lado

con cuidado antes de lanzarse sobre mí. Las tazas y los platos

tintinean—. ¿Ves como sí eres los tres deseos de la lámpara de

Aladino, el gordo de la lotería y la cura para el cáncer, todo al

mismo tiempo?

Me echo a reír y le acaricio la mejilla con los dedos.

—No, Ana. Lo eres tú.

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