Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told

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EpílogoLunes, 30 de julio de 2012Estoy tumbado, perfectamente inmóvil, empapándome de lavista de mi maravillosa mujer echada a mi lado. La luz deprimera hora de la mañana se cuela por los resquicios de lascortinas, se posa en el pelo de Ana e ilumina la expresión deadoración de su rostro. Todavía no se ha dado cuenta de queestoy despierto porque está ocupada amamantando a nuestrohijo; le sonríe y le susurra suaves palabras de amor mientrasacaricia su mejilla suave y regordeta.Es una escena conmovedora.Ana tiene un pozo insondable de amor para dar y repartir.Para él. Para mí.Ella me ha enseñado a amar, y que está bien sentir toda estaemoción, esta pasión por alguien tan pequeño. Por esta carnede mi carne.Ted.Mi hijo.Estoy loco por ellos. Por los dos.

Ana levanta la mirada para ver si ya me he despertado y mepilla admirándolos. En su rostro aparece una enorme sonrisa.—Buenos días, señor Grey. ¿Disfrutando de la vista? —Levanta una ceja, divertida.—Mucho, señora Grey.Me incorporo apoyándome en el codo y poso un beso en suslabios, que ya lo esperan, y otro en la pelusilla cobriza de lacabeza de Ted. Cierro los ojos e inhalo su aroma: después delde Ana, es la fragancia más dulce del mundo.—Qué bien huele.—Porque le he cambiado el pañal hace diez minutos.Hago una mueca y luego sonrío.¡Eso que me he ahorrado!Ana sonríe también, pero pone los ojos en blanco porquesabe perfectamente lo que estoy pensando. Teddy no nos haceni caso, tiene los ojos cerrados y la mano extendida sobre elpecho de su madre. Está demasiado concentrado en disfrutardel desayuno.Es un chico con suerte.Es un chico con mucha suerte. Duerme con nosotros.Esa era una batalla que yo nunca iba a ganar. Y aunquehasta cierto punto ha limitado nuestra actividad en lahabitación, es muy tranquilizador saber que está tan cercacuando dormimos. Resulta irónico pensar que, hasta queconocí a Ana, nunca había dormido con nadie, y en cambioahora hay dos personas más en mi cama.—¿Se ha despertado esta noche?

Ana levanta la mirada para ver si ya me he despertado y me

pilla admirándolos. En su rostro aparece una enorme sonrisa.

—Buenos días, señor Grey. ¿Disfrutando de la vista? —

Levanta una ceja, divertida.

—Mucho, señora Grey.

Me incorporo apoyándome en el codo y poso un beso en sus

labios, que ya lo esperan, y otro en la pelusilla cobriza de la

cabeza de Ted. Cierro los ojos e inhalo su aroma: después del

de Ana, es la fragancia más dulce del mundo.

—Qué bien huele.

—Porque le he cambiado el pañal hace diez minutos.

Hago una mueca y luego sonrío.

¡Eso que me he ahorrado!

Ana sonríe también, pero pone los ojos en blanco porque

sabe perfectamente lo que estoy pensando. Teddy no nos hace

ni caso, tiene los ojos cerrados y la mano extendida sobre el

pecho de su madre. Está demasiado concentrado en disfrutar

del desayuno.

Es un chico con suerte.

Es un chico con mucha suerte. Duerme con nosotros.

Esa era una batalla que yo nunca iba a ganar. Y aunque

hasta cierto punto ha limitado nuestra actividad en la

habitación, es muy tranquilizador saber que está tan cerca

cuando dormimos. Resulta irónico pensar que, hasta que

conocí a Ana, nunca había dormido con nadie, y en cambio

ahora hay dos personas más en mi cama.

—¿Se ha despertado esta noche?

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