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Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told

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Tiendo la mano a Ana, y ella me da la suya; y mientras

esperamos, examino el exterior de lo que será nuestro hogar.

Es más grande de lo que recordaba.

Hay mucho espacio para nuestro hijo.

Ese pensamiento espontáneo me pilla por sorpresa.

Por fin Elliot aparece en la puerta de entrada cubierto de

suciedad pero luciendo todavía su amplia sonrisa. Es evidente

que no cabe en sí de gozo por vernos aquí.

—Hola, hermano. —Me aprieta la mano como si pensara

sacar agua del pozo más profundo—. ¿Y qué tal estás tú,

pequeña?

Coge a Ana y la hace girar.

—Mejor, gracias —contesta ella riendo, y me parece que se

siente un poco avergonzada.

¡Eh, tío! ¡Deja de hacerle fiestecitas a mi esposa! ¡Le duelen

las costillas!

Elliot deja a Ana en el suelo y lo miro con mala cara.

Imbécil.

Pero él me ignora; hoy no hay nada que pueda aguarle el

día.

—Vamos a la oficina. Tenéis que poneros uno de estos —

dice dándole una palmada al casco que lleva en la cabeza.

Elliot nos guía en la visita por la casa, o por lo que queda de

ella puesto que se ha convertido en poco más que una

estructura vacía. Nos explica meticulosamente lo que están

haciendo y el tiempo que tardarán las obras en cada etapa.

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