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Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told

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—¿Un baño?

Ana niega con la cabeza y se estremece.

Mierda. Le duele la cabeza.

—¿Y una ducha?

Asiente, todavía con lágrimas cayéndole por las mejillas.

Esa visión me atenaza el alma y tengo que tomar aliento con

fuerza para contener mis violentas emociones: ira hacia Hyde

y furia hacia mí por haber permitido que esto sucediera. Abro

el grifo y, cuando me doy la vuelta, veo que Ana se balancea

despacio, tapándose la cara con las manos.

—Vamos… —Me arrodillo a sus pies y cubro sus manos

con las mías para apartarlas de sus mejillas bañadas en

lágrimas. Le cojo la cara y ella parpadea intentando dejar de

llorar cuando nos miramos a los ojos—. Estás a salvo. Los dos

estáis a salvo —susurro.

Lo está pasando tan mal que vuelven a saltársele las

lágrimas, y yo me siento impotente.

—Basta ya. No puedo soportar verte llorar. —Mi voz es

dura; mis palabras, sinceras pero lamentablemente

inadecuadas ante la marea de su angustia.

De nuevo le enjugo las lágrimas de las mejillas con los

pulgares, pero es una batalla perdida. No dejan de caer.

—Lo siento, Christian. Lo siento mucho por todo. Por

preocuparte, por arriesgarlo todo… Por las cosas que dije.

—Chis, nena, por favor. —Le beso la frente—. Yo soy

quien lo siente. Hacen falta dos para discutir, Ana. —Intento

animarla con una sonrisa de medio lado—. Bueno, eso es lo

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