Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told
Cuando llega la enfermera, sonríe al ver que Ana por finestá consciente.—Bienvenida de vuelta, señora Grey. Le diré a la doctoraBartley que está despierta. —Se acerca a la cama de Ana—.Me llamo Nora. ¿Sabe dónde está?Los ojos azules le brillan con inocencia.—Sí. En el hospital. Necesito hacer pis.—Iré a buscar una cuña —dice la enfermera Nora.Ana cierra los ojos con fuerza, horrorizada ante la idea.—Por favor, quiero levantarme.—Señora Grey…Nora no parece muy partidaria.—Por favor.—Ana… —intervengo, viendo que intenta incorporarse.—Señor Grey, estoy segura de que la señora Greyagradecería un poco de privacidad.Nora enarca una ceja y por el tono entiendo que pretendeecharme.Ni lo sueñes, guapa.—No voy a ir a ninguna parte.—Christian, por favor. —Ana me agarra la mano y se laaprieto, infinitamente agradecido de que haya recuperado laconsciencia—. Por favor —repite.Mierda.
—¡Vale! —Me paso la mano por el pelo, contrariado porque quiera deshacerse de mí tan pronto—. Tiene dos minutos—le espeto a la enfermera Nora.Me inclino y le doy un beso en la frente a mi mujer antes desalir de la habitación con paso airado.Camino arriba y abajo por el pasillo.Ana no me quiere a su lado.Tal vez es que no soporta verme.¿Quién podría echárselo en cara?Joder. No aguanto más.Irrumpo en la habitación y veo que Nora está ayudando aAna a levantarse.—Deje que la lleve yo —digo.—Señor Grey, yo puedo —me regaña la enfermera Nora,lanzándome una mirada gélida.—Maldita sea, es mi mujer. Yo la llevaré.Aparto el soporte del gotero de mi camino.—¡Señor Grey! —me reprende Nora, pero decido ignorarlay rodeo a mi mujer con los brazos, despacio, antes delevantarla con sumo cuidado.Ana se agarra a mi cuello y la llevo hasta al cuarto de bañode la habitación. La enfermera Nora nos sigue empujando elsoporte del gotero.—Señora Grey, pesa usted muy poco.Dejo a Ana en el suelo, aunque sigo sujetándola con unamano por si se cae. No la veo muy estable. Enciendo la luz y
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—¡Vale! —Me paso la mano por el pelo, contrariado por
que quiera deshacerse de mí tan pronto—. Tiene dos minutos
—le espeto a la enfermera Nora.
Me inclino y le doy un beso en la frente a mi mujer antes de
salir de la habitación con paso airado.
Camino arriba y abajo por el pasillo.
Ana no me quiere a su lado.
Tal vez es que no soporta verme.
¿Quién podría echárselo en cara?
Joder. No aguanto más.
Irrumpo en la habitación y veo que Nora está ayudando a
Ana a levantarse.
—Deje que la lleve yo —digo.
—Señor Grey, yo puedo —me regaña la enfermera Nora,
lanzándome una mirada gélida.
—Maldita sea, es mi mujer. Yo la llevaré.
Aparto el soporte del gotero de mi camino.
—¡Señor Grey! —me reprende Nora, pero decido ignorarla
y rodeo a mi mujer con los brazos, despacio, antes de
levantarla con sumo cuidado.
Ana se agarra a mi cuello y la llevo hasta al cuarto de baño
de la habitación. La enfermera Nora nos sigue empujando el
soporte del gotero.
—Señora Grey, pesa usted muy poco.
Dejo a Ana en el suelo, aunque sigo sujetándola con una
mano por si se cae. No la veo muy estable. Enciendo la luz y