Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told

kalpana3023talsaniya
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—Bueno, mmm… ¿El embarazo? —respondo de maneravaga.—Se me ha ocurrido algo que podría hacer que despertase,pero puede tardar un poco en dar resultado. Además, no soymuy partidaria de tener sondada a una mujer embarazadadurante mucho tiempo. Corre el riesgo de sufrir una infecciónurinaria.—Claro, adelante. ¿Tengo que salir?—Como usted prefiera.—Iré a por un café.El teléfono me suena en el pasillo. Es John Flynn.—Christian, acabo de enterarme de lo de Ana. ¿Cómo está?Suspiro y le hago un resumen telegráfico.—En principio, debería despertar en cualquier momento, essolo que…—Lo sé. Debe de ser duro para ti. Estoy seguro de que estáen buenas manos. Tenía una llamada perdida tuya del otro día.Estaba en una reunión con el profesor de mi hijo.Ah. La noche de mis transgresiones. Habría estado bien quehubiera contestado al teléfono.—¿Hablamos la semana que viene? —pregunta Flynn.—Sí.—Si me necesitas, aquí estoy.—Gracias, John.—Hola, cariño.

Grace llega hacia el anochecer, con una fiambrera térmica.—Mamá.Me da un abrazo fugaz y luego me estudia con atención,llena de preocupación.—¿Cuándo fue la última vez que comiste?La miro sin verla mientras intento recordar.—¿En el desayuno?—Oh, Christian, son más de las ocho. Debes de estarmuerto de hambre. —Me acaricia la mejilla—. Te he traídomacarrones con queso. Los he hecho para ti.Estoy tan cansado que lo que me quema en la garganta setraslada a mis ojos.—Gracias —susurro.A pesar de que mi mujer no se ha despertado aún, descubroque estoy hambriento.No, joder, estoy famélico.—Voy a calentarlo un poco. Hay un microondas en el officede enfermería. Vuelvo enseguida.Mi madre hace los mejores macarrones con queso deEstados Unidos, mejores incluso que los de Gail. Cuandovuelve, un aroma que hace la boca agua inunda la habitación ynos sentamos el uno al lado del otro, vigilando a mi bellamujer, que se empeña en seguir dormida, mientras mi madreva charlando.—Nos hemos llevado a Mia a casa a media mañana. Carrickse ha quedado con ella.

Grace llega hacia el anochecer, con una fiambrera térmica.

—Mamá.

Me da un abrazo fugaz y luego me estudia con atención,

llena de preocupación.

—¿Cuándo fue la última vez que comiste?

La miro sin verla mientras intento recordar.

—¿En el desayuno?

—Oh, Christian, son más de las ocho. Debes de estar

muerto de hambre. —Me acaricia la mejilla—. Te he traído

macarrones con queso. Los he hecho para ti.

Estoy tan cansado que lo que me quema en la garganta se

traslada a mis ojos.

—Gracias —susurro.

A pesar de que mi mujer no se ha despertado aún, descubro

que estoy hambriento.

No, joder, estoy famélico.

—Voy a calentarlo un poco. Hay un microondas en el office

de enfermería. Vuelvo enseguida.

Mi madre hace los mejores macarrones con queso de

Estados Unidos, mejores incluso que los de Gail. Cuando

vuelve, un aroma que hace la boca agua inunda la habitación y

nos sentamos el uno al lado del otro, vigilando a mi bella

mujer, que se empeña en seguir dormida, mientras mi madre

va charlando.

—Nos hemos llevado a Mia a casa a media mañana. Carrick

se ha quedado con ella.

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