Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told
Joder.Me suena el teléfono. Es Ray. Mierda.—Ray. Buenos días.—Tengo que ver a Annie.Ray se ha enterado de las heroicidades de Ana por cortesíade los medios de comunicación y ahora insiste en verla.Teniendo en cuenta que es el único hombre en el mundo queme intimida, no puedo negarme.Le digo a Taylor que puede irse y treinta minutos despuésRay se encuentra al pie de la cama de Ana en su silla deruedas.—Annie —susurra cuando lo acerco un poco más—. ¿Enqué estaba pensando? —dice con voz ronca.Se ha afeitado y lleva unos pantalones cortos y unacamiseta, así que a pesar de la pierna rota y las contusiones,vuelve a parecer él mismo.—No lo sé, Ray. Tendremos que esperar a que se despiertepara preguntarle.—Si no le das una buena azotaina, te aseguro que se la daréyo. ¿En qué narices estaba pensando? —insiste, esta vez conmayor firmeza.—Créeme, Ray, no será por ganas. —Como si Ana fuera adejarme. Tomo la mano de mi mujer y se la aprieto mientrasRay sacude la cabeza—. Le disparó, ¿lo sabías?Se queda boquiabierto.—¿Al secuestrador?
—Sí.—Vaya, la madre que la parió.—Gracias por enseñarle a utilizar una pistola. Un día deestos podrías enseñarme a disparar a mí también.—Christian, sería un honor.Nos quedamos mirando a mi obstinada, temeraria y valientemujer, cada uno agobiado por sus propios miedos mientrasAna continúa inconsciente.—Avísame cuando se despierte.—No te preocupes, Ray.—Llamaré a Carla —murmura.—Te lo agradecería. Muchas gracias.Le besa la mano con los ojos empañados en lágrimas, ytengo que apartar la vista.Cuando sale, llamo a la oficina y luego a Welch, que está enDetroit, siguiendo una pista sobre Hyde. No puede creer que eltipo encontrara a alguien que pagara la fianza. Lo siguienteque hará es averiguar quién y por qué. Llamará a su contactoen el Departamento de Policía de Seattle, a ver qué saben.Paseo arriba y abajo delante de la ventana para luchar contrala fatiga mientras hablo por teléfono y vigilo a mi mujer.Continúa dormida durante las llamadas, continúa dormida apesar de la frecuencia con que llegan flores de parte de lafamilia y los amigos, tanto es así que a media tarde lahabitación parece una floristería, y continúa dormida pormucho que llamen para preguntar cómo está.Todo el mundo quiere a Ana.
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Joder.
Me suena el teléfono. Es Ray. Mierda.
—Ray. Buenos días.
—Tengo que ver a Annie.
Ray se ha enterado de las heroicidades de Ana por cortesía
de los medios de comunicación y ahora insiste en verla.
Teniendo en cuenta que es el único hombre en el mundo que
me intimida, no puedo negarme.
Le digo a Taylor que puede irse y treinta minutos después
Ray se encuentra al pie de la cama de Ana en su silla de
ruedas.
—Annie —susurra cuando lo acerco un poco más—. ¿En
qué estaba pensando? —dice con voz ronca.
Se ha afeitado y lleva unos pantalones cortos y una
camiseta, así que a pesar de la pierna rota y las contusiones,
vuelve a parecer él mismo.
—No lo sé, Ray. Tendremos que esperar a que se despierte
para preguntarle.
—Si no le das una buena azotaina, te aseguro que se la daré
yo. ¿En qué narices estaba pensando? —insiste, esta vez con
mayor firmeza.
—Créeme, Ray, no será por ganas. —Como si Ana fuera a
dejarme. Tomo la mano de mi mujer y se la aprieto mientras
Ray sacude la cabeza—. Le disparó, ¿lo sabías?
Se queda boquiabierto.
—¿Al secuestrador?