Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told

kalpana3023talsaniya
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Frunzo el ceño.—Sí. ¿Dónde esperabas que estuviera?—Será mejor que te deje, entonces.¿Qué? Pero… quiero decir tantas cosas, pero ninguno de losdos habla. El silencio se abre como un abismo entre ambos yyo tengo una sala de juntas llena de personas esperándome, enplena conversación para solucionar una crisis.—Buenas noches, Ana. —Te quiero.—Buenas noches, Christian.Cuelgo antes que ella pensando en todas las veces quehemos seguido al teléfono y ninguno de los dos colgaba.No podía soportar que ella cortara antes. Me quedo mirandoel móvil sin ánimo. Al menos me ha preguntado si iba a ir acasa. A lo mejor me echa de menos. O solo estácontrolándome. Sea como fuere, le preocupo. A lo mejor. Unpequeño destello de esperanza brilla en lo más hondo de micorazón. Tengo que poner punto final a esta reunión y volver acasa con mi mujer.Ya es tarde cuando llegamos a un posible compromiso. Vistoen retrospectiva, veo que la confrontación con el sindicato erainevitable, pero ha sido bueno para todas las partes airear lasdiferencias. Samir y Ros se encargarán de las negociaciones apartir de este punto y darán carpetazo al acuerdo. Comparadocon la batalla que estoy librando en casa, esto no ha estado tanmal. Ros ha sido una negociadora impresionante, y yo la heconvencido para viaje a Taiwan mañana por la noche sin mí.—Está bien, Christian, iré. Pero de verdad que quieren verteallí.

—Ya encontraré el momento. A finales de este mes.Ella aprieta los labios, pero no dice nada.No puedo contarle que no quiero dejar a Ana en unmomento en que ni siquiera me habla. En el fondo, sé que esporque me paraliza el pensar que mi mujer ya no estuviera ami regreso.El apartamento está a oscuras cuando llego a casa; Ana debede estar en la cama. Entro en nuestro dormitorio y se me cae elalma a los pies cuando veo que ella no está. Tenso por elpánico, subo la escalera. En la penumbra, desde el pasillo,distingo su silueta ovillada bajo la colcha de su antiguodormitorio.¿Antiguo dormitorio?Difícilmente lo es; apenas ha dormido allí, ¿cuántas veces?,¿dos?Parece tan pequeña… Toco el interruptor con regulador,aunque lo pongo en la mínima intensidad para verla mejor, yacerco la butaca para sentarme y contemplarla. Tiene la pielpálida, casi traslúcida. Ha estado llorando; tiene los párpados ylos labios hinchados. El alma se me cae a los pies y abandonami cuerpo, desesperada.Oh, nena… lo siento.Sé lo tersos que están sus labios para besarlos cuando haestado llorando… cuando yo la hago llorar. Quiero metermeen la cama a su lado, acogerla entre mis brazos y sostenerla,pero está dormida y necesita dormir, sobre todo ahora.Me acomodo en la butaca y empiezo a respirar al mismoritmo que Ana. Ese ritmo me relaja y también estar tan cerca

Frunzo el ceño.

—Sí. ¿Dónde esperabas que estuviera?

—Será mejor que te deje, entonces.

¿Qué? Pero… quiero decir tantas cosas, pero ninguno de los

dos habla. El silencio se abre como un abismo entre ambos y

yo tengo una sala de juntas llena de personas esperándome, en

plena conversación para solucionar una crisis.

—Buenas noches, Ana. —Te quiero.

—Buenas noches, Christian.

Cuelgo antes que ella pensando en todas las veces que

hemos seguido al teléfono y ninguno de los dos colgaba.

No podía soportar que ella cortara antes. Me quedo mirando

el móvil sin ánimo. Al menos me ha preguntado si iba a ir a

casa. A lo mejor me echa de menos. O solo está

controlándome. Sea como fuere, le preocupo. A lo mejor. Un

pequeño destello de esperanza brilla en lo más hondo de mi

corazón. Tengo que poner punto final a esta reunión y volver a

casa con mi mujer.

Ya es tarde cuando llegamos a un posible compromiso. Visto

en retrospectiva, veo que la confrontación con el sindicato era

inevitable, pero ha sido bueno para todas las partes airear las

diferencias. Samir y Ros se encargarán de las negociaciones a

partir de este punto y darán carpetazo al acuerdo. Comparado

con la batalla que estoy librando en casa, esto no ha estado tan

mal. Ros ha sido una negociadora impresionante, y yo la he

convencido para viaje a Taiwan mañana por la noche sin mí.

—Está bien, Christian, iré. Pero de verdad que quieren verte

allí.

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