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Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told

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—¿Dónde estabas? —susurro.

—¿Y a ti qué te importa?

—Ana, déjalo ya. Ahora.

Se encoje de hombros, como si le diera igual, y a mí me

hierve la sangre. Me acerco deprisa hacia ella, sin saber muy

bien qué voy a hacer, pero ella se vuelve de golpe y se me

encara, como un ángel vengador.

—No me toques —espeta con los dientes apretados, y yo

regreso de golpe al cuarto de juegos, a ese momento en que

ella se marchó.

Me devuelve a la realidad.

—¿Dónde estabas? —Cierro los puños para ocultar el

temblor de las manos.

—No estaba por ahí emborrachándome con mi ex. —Tiene

la mirada vidriosa de indignación—. ¿Te has acostado con

ella?

Es como si me hubiera propinado un puñetazo en la cara.

Me quedo boquiabierto.

—¿Qué? ¡No! —¿Cómo puede creer eso? ¿Que me he

acostado con Elena?—. ¿Crees que te engañaría? —Dios, tiene

un concepto muy pobre de mí.

Siento un nudo en el estómago y me viene a la memoria un

recuerdo borroso entre una bruma de vino tinto y bourbon.

—Me has engañado —prosigue Ana—. Porque has cogido

nuestra vida privada y has ido corriendo como un cobarde a

contársela a esa mujer.

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