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Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told

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cigarrillo Camel que colgaba entre sus labios. Inspiro larga y

profundamente para controlar el pánico creciente.

Eso es parte del pasado, Grey.

Tranquilízate.

La puerta hace un clic, abro los ojos y veo a la señora

Anastasia Grey, envuelta con dos toallas, saliendo del baño.

Pasa por delante de mí con paso decidido y desaparece al

entrar en el vestidor. Yo la sigo y me planto en el umbral,

mirándola mientras ella escoge su atuendo para el día con más

despreocupación que nunca.

—¿Me estás ignorando? —La incredulidad se hace patente

en mi voz.

—Qué perspicaz —murmura como si yo fuera una especie

de idea que ha tenido de pasada.

Me quedo mirándola. Impotente. ¿Qué hago ahora?

Ana tiene la ropa en la mano y se acerca caminando

tranquilamente hacia mí y luego se detiene para mirarme por

fin a los ojos, con esa expresión que quiere decir «apártate de

mi camino, gilipollas» en el rostro. Estoy con la mierda hasta

el cuello. Nunca la había visto tan enfadada, salvo esa vez que

me tiró el cepillo del pelo cuando estábamos en el Fair Lady.

Me aparto de su camino cuando lo que de verdad quiero es

agarrarla, pegarla a la pared y darle un beso; un beso que la

deje aturdida. Y luego penetrarla. Pero la sigo como un

maldito perro faldero hasta el dormitorio y me quedo en el

umbral mientras ella rebusca en los cajones de su cómoda.

¿Cómo puede estar tan tranquila?

¡Mírame!, le suplico mentalmente.

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