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Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told

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—¿Christian? ¿Qué ocurre? ¿Ana está bien?

Kate se muestra totalmente espabilada y adopta su

fastidioso tono habitual, lo que no necesito ahora mismo.

—¿No está contigo? —le pregunto.

—No. ¿Tendría que estar conmigo?

—No. No te preocupes. Vuelve a dormir.

—Chris… —Y le cuelgo.

La cabeza me va a explotar y mi mujer está desaparecida.

Esto es un infierno. Estoy en el infierno. Vuelvo a llamar al

teléfono de Ana y vuelve a saltar el buzón de voz. Entro

disparado en la cocina donde Gail está preparando café.

—¿Me puede dar un ibuprofeno, por favor? —Soy tan

amable como puede serlo un hombre cuya mujer ha

desaparecido.

Ella reprime una sonrisa.

¿Sonríe porque estoy sufriendo?

La miro con el ceño fruncido y ella coloca un frasco de

ibuprofeno sobre la encimera, se vuelve para llenar un vaso de

agua y me deja peleándome con una tapa de seguridad a

prueba para niños. Al final consigo sacar dos pastillas del

recipiente de plástico mientras la señora Jones, con cara de

pocos amigos, deja el vaso de agua delante de mí.

Mirándola, me meto las dos pastillas en la boca, pero ella se

vuelve hacia los fogones y me da la espalda. Tomo un trago de

agua.

Mierda. El agua está caliente y sabe a rayos.

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