Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told

kalpana3023talsaniya
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Pero me importa una mierda.—¿Cómo está Isaac? —pregunto para dirigir laconversación hacia su amante y apartarla de mi mujer. Mimatrimonio no es asunto suyo.Ella esboza una sonrisa y cruza los brazos.—Vale, ya lo pillo. Es verdad que no quieres hablar. —Seinterrumpe. Sé que está esperando que desembuche, pero missecretos son solo asunto mío, no de ella—. Isaac está bien —continúa por fin—. Gracias por preguntar. De hecho, ahoramismo estamos muy bien juntos. —Y se lanza a explicarme suúltima aventura sexual, aunque no sé con qué finalidad.La escucho a medias y dejo que el vino me lleve lejos.—Entonces, ¿son los negocios? ¿Es ese tu problema? —pregunta al ver que no reacciono.—No, los negocios van muy bien. He comprado unastillero.Asiente, creo que impresionada, y yo vuelvo a llenar lascopas con la botella nueva y le ofrezco un resumen de lo quehe estado haciendo en el trabajo: la tableta de energía solar, laadquisición del negocio de fibra óptica, Geolumara y, porsupuesto, el astillero.—Has estado ocupado.—Siempre.—Veo que tienes muchas ganas de hablar del trabajo, perono de tu mujer.—¿Y qué? —¿Tienes algún problema con eso?—Sabía que volverías —susurra.

¿Qué?—¿Por qué estás bebiendo tanto?—Porque tengo sed. —Y porque quiero olvidarme de cómome he comportado hace dos horas.Elena me mira con los ojos medio cerrados.—¿Sed? —musita—. ¿Cuánta sed tienes?Se inclina hacia mí y me coge una mano, pero yo me tensoen cuanto desliza los dedos bajo mi muñeca y los mete por elpuño de la chaqueta y la camisa. Sus uñas se clavan en mi pielen el punto donde me late el pulso.—¿Tal vez yo pueda hacerte sentir mejor? Seguro que loechas de menos.Su aliento es rancio, no huele dulce como el de Ana.Cuando cierra la mano alrededor de mi muñeca, la oscuridadaparece de la nada y empieza a volar en círculos alrededor demi pecho y a bajar en espiral por mi garganta. Es unasensación que hacía mucho que no me invadía, pero ahora haregresado amplificada y resuena por todo mi cuerpo pidiendo agritos una válvula de escape.—¿Qué estás haciendo? —Me cuesta pronunciar laspalabras.La oscuridad me oprime cada vez con más fuerza.No me toques.Así era como me sentía.Siempre.

Pero me importa una mierda.

—¿Cómo está Isaac? —pregunto para dirigir la

conversación hacia su amante y apartarla de mi mujer. Mi

matrimonio no es asunto suyo.

Ella esboza una sonrisa y cruza los brazos.

—Vale, ya lo pillo. Es verdad que no quieres hablar. —Se

interrumpe. Sé que está esperando que desembuche, pero mis

secretos son solo asunto mío, no de ella—. Isaac está bien —

continúa por fin—. Gracias por preguntar. De hecho, ahora

mismo estamos muy bien juntos. —Y se lanza a explicarme su

última aventura sexual, aunque no sé con qué finalidad.

La escucho a medias y dejo que el vino me lleve lejos.

—Entonces, ¿son los negocios? ¿Es ese tu problema? —

pregunta al ver que no reacciono.

—No, los negocios van muy bien. He comprado un

astillero.

Asiente, creo que impresionada, y yo vuelvo a llenar las

copas con la botella nueva y le ofrezco un resumen de lo que

he estado haciendo en el trabajo: la tableta de energía solar, la

adquisición del negocio de fibra óptica, Geolumara y, por

supuesto, el astillero.

—Has estado ocupado.

—Siempre.

—Veo que tienes muchas ganas de hablar del trabajo, pero

no de tu mujer.

—¿Y qué? —¿Tienes algún problema con eso?

—Sabía que volverías —susurra.

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