Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told
Con eso consigo su atención.—Oh, ¿cuándo?—A final de semana, o quizá la semana que viene.—Vale.—Quiero que vengas conmigo.Aprieta los labios.—Christian, por favor. Tengo un trabajo. No volvamos aresucitar otra vez esa discusión.Suelto un suspiro, incapaz de ocultar mi decepción.—Tenía que intentarlo.—¿Cuánto tiempo estarás fuera? —Su voz es suave, peroparece distraída.Esta no es mi chica. Está demasiado callada e insegura.—Un par de días a lo sumo. Me gustaría que me dijeras loque te preocupa.—Bueno, ahora mi amado esposo se aleja de mí… —diceen voz cada vez más baja mientras yo levanto su mano y laacerco a mis labios para besarle los nudillos.—No estaré fuera mucho tiempo.—Bien. —Me ofrece una sonrisa débil, pero sé que estápreocupada.Miro por la ventanilla y repaso los diversos temas quepodrían tenerla inquieta. Solo uno me parece plausible: que supadre acaba de sufrir un grave accidente y tardará un tiempoen recuperarse.
Sí.Es eso.Grey, contrólate.Raymond Steele se alegra de vernos.—Nunca podré agradecerte lo bastante que organizaras todoesto. —Hace un gesto que abarca la amplia habitación y memira con esos ojos oscuros que transmiten una sinceridadserena.—No hay de qué, Ray. —Incómodo con su gratitud, cambiode tema—. Veo que tienes un buen montón de revistasdeportivas.—Me las ha traído Annie. He estado leyendo sobre losMariners y la temporada que han tenido. —Ray suelta unadiatriba sobre lo decepcionado que se siente este año con elequipo.Debo decir que coincido con él; no ha sido una temporadaestelar. Nuestra conversación deriva hacia la pesca. Lamentahaberse perdido el viaje a Astoria para pescar con caña, y yomenciono mi reciente expedición por Aspen.—El Roaring Fork… Lo conozco —dice.—Algún día tienes que ir allí. Quizá un fin de semana,cuando estés recuperado.—Me gustaría mucho, Christian.Ana está muy callada mientras hablamos.Demasiado. Ha desconectado y está en otra parte.Resulta frustrante. Ana, ¿qué ocurre?
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Sí.
Es eso.
Grey, contrólate.
Raymond Steele se alegra de vernos.
—Nunca podré agradecerte lo bastante que organizaras todo
esto. —Hace un gesto que abarca la amplia habitación y me
mira con esos ojos oscuros que transmiten una sinceridad
serena.
—No hay de qué, Ray. —Incómodo con su gratitud, cambio
de tema—. Veo que tienes un buen montón de revistas
deportivas.
—Me las ha traído Annie. He estado leyendo sobre los
Mariners y la temporada que han tenido. —Ray suelta una
diatriba sobre lo decepcionado que se siente este año con el
equipo.
Debo decir que coincido con él; no ha sido una temporada
estelar. Nuestra conversación deriva hacia la pesca. Lamenta
haberse perdido el viaje a Astoria para pescar con caña, y yo
menciono mi reciente expedición por Aspen.
—El Roaring Fork… Lo conozco —dice.
—Algún día tienes que ir allí. Quizá un fin de semana,
cuando estés recuperado.
—Me gustaría mucho, Christian.
Ana está muy callada mientras hablamos.
Demasiado. Ha desconectado y está en otra parte.
Resulta frustrante. Ana, ¿qué ocurre?