Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told

kalpana3023talsaniya
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Ana deja de moverse.—Ahora, Anastasia, quiero que te toques.Parpadea… creo que sorprendida.—Empieza por la garganta y ve bajando.Se muerde el labio inferior con fuerza.—No seas tímida, Ana. Vamos. Hazlo.Venga, Ana.Coloca las manos a ambos lados del cuello y las deslizahacia la parte superior de sus pechos, dejando a su paso unapátina untuosa y brillante sobre la piel.—Más abajo —susurro.Un segundo después, sus manos cubren sus pechos.—Tócate.Tímidamente, se coge los pezones entre el pulgar y el índicey tira de ellos con suavidad, sin apartar sus ojos de los míos,cada vez más oscuros.—Más fuerte —le ordeno, sintiéndome como la serpientedel jardín—. Como lo haría yo —añado, agarrándome losmuslos para no tocarla.Gime en respuesta, y los aprieta y tira de ellos con másfuerza. Veo cómo se endurecen y se alargan mientras se toca.Joder, cómo me pone.—Sí. Así. Otra vez.Cierra los ojos y gime de nuevo mientras los acaricia y loshace girar entre los dedos y el pulgar.

—Abre los ojos —le pido con voz ronca.Los abre con un parpadeo.—Otra vez —le ordeno—. Quiero verte. Ver que disfrutastocándote.Continúa, con la mirada nublada y la respiración cada vezmás agitada por el profundo deseo que la consume, mientrassoy consciente de que me domina su mismo anhelo.Qué mojada tiene que estar…Los pantalones me aprietan por momentos. Basta.—Las manos. Más abajo.Se retuerce.—Quieta, Ana. Absorbe el placer. Más abajo.—Hazlo tú —susurra.—Oh, lo haré… pronto. Pero ahora tú. Más abajo.No tiene ni idea de cómo está poniéndome ahora mismo.Desliza las manos por debajo de los pechos, sobre elestómago, hacia el vientre, mientras se retuerce, tirando de lasataduras del albornoz.No. No. Niego con la cabeza.—Quieta. —Coloco las manos en sus rodillas, para que nose mueva—. Vamos, Ana… Más abajo.Las manos recorren el vientre.—Más abajo —musito.—Christian, por favor —me suplica.

—Abre los ojos —le pido con voz ronca.

Los abre con un parpadeo.

—Otra vez —le ordeno—. Quiero verte. Ver que disfrutas

tocándote.

Continúa, con la mirada nublada y la respiración cada vez

más agitada por el profundo deseo que la consume, mientras

soy consciente de que me domina su mismo anhelo.

Qué mojada tiene que estar…

Los pantalones me aprietan por momentos. Basta.

—Las manos. Más abajo.

Se retuerce.

—Quieta, Ana. Absorbe el placer. Más abajo.

—Hazlo tú —susurra.

—Oh, lo haré… pronto. Pero ahora tú. Más abajo.

No tiene ni idea de cómo está poniéndome ahora mismo.

Desliza las manos por debajo de los pechos, sobre el

estómago, hacia el vientre, mientras se retuerce, tirando de las

ataduras del albornoz.

No. No. Niego con la cabeza.

—Quieta. —Coloco las manos en sus rodillas, para que no

se mueva—. Vamos, Ana… Más abajo.

Las manos recorren el vientre.

—Más abajo —musito.

—Christian, por favor —me suplica.

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