Freed-Fifty-Shades-Freed-As-Told
No rehúyo su mirada cargada de curiosidad, pero nocontesto. Es algo entre él y yo.—Christian, es tu padre. Solo quiere protegerte.Levanto la mano con la esperanza de que pare.—No quiero hablar de eso. —Ana se cruza de brazos ylevanta el testarudo mentón Steele—. Anastasia. Déjalo.Sus ojos lanzan un destello azul cobalto, pero suspira y bajalos brazos, mirándome con lo que diría que es una mezcla delástima y frustración.Cincuenta sombras, nena.—Tenemos otro problema —anuncia—. Mi padre quierepagar la boda.—No me digas, ¿de verdad?Ni hablar. Costará un dineral, que el hombre no tiene. Nopienso arruinar a mi suegro.—Creo que eso queda totalmente descartado.—¿Qué? ¿Por qué? —insiste, hecha una fiera.—Nena, ya sabes por qué. —No quiero entrar a debatir esetema—. La respuesta es no.—Pero…—No.Aprieta los labios en ese gesto testarudo que conozco tanbien.—Ana, tienes carta blanca con la boda, puedes hacer lo quetú quieras, pero no me pidas eso. Sabes que no es justo para tupadre. Estamos en 2011, no en 1911.
Suspira.—No sé qué voy a decirle.—Dile que estoy decidido a proveer por los dos. Dile que esuna necesidad imperiosa que tengo.Porque es la verdad.Vuelve a suspirar, resignada, creo.—Bueno, ¿nos ponemos con la lista de invitados? —pregunto, esperando que abordar la tarea alivie su ansiedad yaleje sus pensamientos de Ray.—Claro —claudica, y sé que he evitado una pelea.Le acaricio la oreja con la nariz mientras jadea después delorgasmo. El sudor le perla la frente y sus dedos siguenenroscados con fuerza en mi pelo.—¿Qué tal ha estado, Anastasia?Balbucea mi nombre y creo que dice «fantástico».Sonrió complacido.—Por favor, múdate conmigo.—Sí. Pero no este fin de semana. Por favor. Christian. —Lefalta el aire. Abre los ojos con un parpadeo y me miraimplorante—. Por favor —musita.Mierda.—Vale —susurro—. Me toca.Le mordisqueo el lóbulo y le doy la vuelta boca abajo.
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No rehúyo su mirada cargada de curiosidad, pero no
contesto. Es algo entre él y yo.
—Christian, es tu padre. Solo quiere protegerte.
Levanto la mano con la esperanza de que pare.
—No quiero hablar de eso. —Ana se cruza de brazos y
levanta el testarudo mentón Steele—. Anastasia. Déjalo.
Sus ojos lanzan un destello azul cobalto, pero suspira y baja
los brazos, mirándome con lo que diría que es una mezcla de
lástima y frustración.
Cincuenta sombras, nena.
—Tenemos otro problema —anuncia—. Mi padre quiere
pagar la boda.
—No me digas, ¿de verdad?
Ni hablar. Costará un dineral, que el hombre no tiene. No
pienso arruinar a mi suegro.
—Creo que eso queda totalmente descartado.
—¿Qué? ¿Por qué? —insiste, hecha una fiera.
—Nena, ya sabes por qué. —No quiero entrar a debatir ese
tema—. La respuesta es no.
—Pero…
—No.
Aprieta los labios en ese gesto testarudo que conozco tan
bien.
—Ana, tienes carta blanca con la boda, puedes hacer lo que
tú quieras, pero no me pidas eso. Sabes que no es justo para tu
padre. Estamos en 2011, no en 1911.