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Edicion 45 - Octubre

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Confíe en el<br />

proceso del plan<br />

de Dios<br />

LA HISTORIA DE TRACY<br />

STRAWBERRY<br />

enía 30 años cuando<br />

toqué fondo. En esa<br />

situación horrible, no<br />

quería oír hablar de Dios,<br />

mucho menos hacer las<br />

cosas como Él quiere.<br />

De hecho, lo culpaba a Él por todas las cosas<br />

terribles que me habían ocurrido, desde el<br />

acoso y la violación a manos de una pandilla<br />

a perder a mis hijos.<br />

Tenía una pregunta para Dios: “¡¿Dónde estabas?!”.<br />

Mucha gente intentó hablarme del amor y la bondad de<br />

Dios, pero…¿cómo se atrevían? ¿Qué clase de Dios permite<br />

que ocurran cosas tan espantosas? No quería tener nada<br />

que ver con Él; Él nunca se había ocupado de mí.<br />

Por fuera me había convertido en una mujer enojada,<br />

escéptica y absolutamente perversa. Pero detrás del enojo<br />

y el escepticismo estaban los motivos reales por los que le<br />

había cerrado mi corazón a Dios: no me sentía digna de Su<br />

amor ni de Su tiempo.<br />

Había vivido despreocupadamente. Eso lo sabía. Había<br />

hecho cosas de una maldad increíble y había lastimado<br />

a infinidad de personas en los años de adicción. No podía<br />

imaginarme que Dios quisiera tener nada que ver con una<br />

mujer como yo; nadie quería, por cierto.<br />

Era insegura y dudaba de la capacidad de Dios para sanar<br />

mi corazón. Creía que ni siquiera Él podía librarme de mi<br />

adicción total a las drogas y el alcohol, ni devolverme las<br />

muchas cosas que había destruido en mi vida, incluso la<br />

relación con mis hijos. Me sentía demasiado devastada<br />

como para tener arreglo.<br />

Tenía ocho años cuando mi vecino empezó a abusar<br />

sexualmente de mí, pero no le conté a nadie. Como hace<br />

la mayoría de los abusadores, me amenazaba con lastimarme<br />

a mí, o peor aún, a mi familia si le contaba a<br />

alguien lo que me hacía. Me decía que de todos modos<br />

nadie me creería.<br />

Así que cargué sola con la vergüenza, el dolor y la<br />

confusión que me provocaba mi secreto. A los 12, ya<br />

no lo podía soportar más y empecé a buscar personas<br />

y sustancias para consolarme. Nadie puede lidiar solo<br />

con esa clase de trauma, especialmente una criatura.<br />

Empecé a salir con chicos mayores y me volví<br />

sexual mente activa. Pensaba que, si me entregaba a<br />

un muchacho, él se iba a enamorar de mí y tendríamos<br />

una relación hermosa como mis padres. Pero con cada<br />

encuentro sentía más vergüenza, dolor y confusión.<br />

A los 20, ya estaba consumida por el alcohol y adicta<br />

a las drogas. Nada me detenía con tal de satisfacer mi<br />

adicción. Tomaba malas decisiones que tenían consecuencias<br />

dolorosas. La peor fue perder la custodia de<br />

mis tres hijos.<br />

Traté de convencerme de que mis decisiones no<br />

lastimaban a nadie más que a mí misma. Si eso no<br />

es nega ción...Me compré esa mentira una y otra vez<br />

mientras yacía en el fondo de muchos pozos oscuros<br />

y desesperantes.<br />

FOTO CORTESÍA DE LA FAMILIA STRAWBERRY<br />

18s Número 04 / 2022 VICTORIOUSLIVINGMAGAZINE.COM

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