Comenzó la extinción
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ACADEMIA | 3 de marzo de 2022 • 7
Por esa teoría político-económica se desmantelaron servicios públicos
Vivimos en sociedades más
desiguales que hace 50 años
Daniel Francisco
El neoliberalismo no se termina por
decreto, sino con políticas que se
orienten a construir un modelo
económico y social alternativo, más
justo y que se sustente en la progresividad,
donde los ricos paguen mayores impuestos
y no en mayor austeridad fiscal, afirmó
María Cristina Bayón.
En entrevista con Gaceta UNAM, la especialista
del Instituto de Investigaciones
Sociales, indicó que el modelo exclusivamente
centrado en el mercado no es
el único posible. “Tenemos que volver a
hablar de Estados de bienestar, de políticas
públicas progresivas, de servicios públicos
de calidad, de la defensa del medio ambiente,
del derecho a la tierra, al agua, etcétera,
y acerca de que quienes más tienen deben
contribuir a lograr una sociedad más justa”.
Y añadió: no sólo mediante la filantropía,
sino a través de pagar más impuestos. “No
tiene que ser una voluntad de los ricos,
debe ser una política de Estado”.
Agregó que el auge del neoliberalismo
y la economía de mercado van acompañados
de la concentración de la riqueza
y el aumento de la desigualdad. “Una
manera de combatir el neoliberalismo es
generar una suerte de contra hegemonía.
La primera cuestión tiene que ver con la
redistribución de la riqueza. No se podrá
reducir la desigualdad si los ricos no pagan
más impuestos. No se puede hablar del fin
del neoliberalismo si no hay una política
impositiva progresiva, donde los que más
tienen más pagan”.
Otra cuestión importante, acotó, es la
del salario básico universal. “Esto quiere
decir que hay un piso mínimo de ingresos
y también de acceso a servicios de calidad,
que nadie puede estar por debajo de él”.
Poder
Bayón consideró que el tema de la redistribución
y el tema de la desigualdad tiene que
ver con el poder. “Cuando ganan gobiernos
orientados a políticas más redistributivas
tienen que tocar a los grupos de poder más
concentrados y los cuales no solamente
aglutinan la riqueza, sino también los
medios de comunicación, el acceso a la
justicia, los distintos ejes del poder”.
No se puede hablar de la
extinción del neoliberalismo
si no hay una política
impositiva progresiva,
donde los que más
tienen más pagan
Q
Tiene que haber una redistribución de
la riqueza.
Un elemento más del neoliberalismo
es el ataque a los estados de bienestar, “al
Estado como garante de derechos sociales
básicos, los cuales se tienden a privatizar
y cada quien accede a la salud, la educación,
la vivienda que puede pagar y no
hay piso mínimo de bienestar garantizado
para todos”.
Si hay algo que evidenció la pandemia
en el mundo –no solamente en México–
fueron justamente los impactos del
neoliberalismo, a través del vaciamiento
de los servicios públicos, que estaban desmantelados,
declaró María Cristina Bayón.
En el libro que coordinó, Las grietas del
neoliberalismo. Dimensiones de la desigualdad
contemporánea en México, se abordan justamente
las grietas generadas por este
modelo en términos de la producción de
desigualdades abismales. “Vivimos en
sociedades más desiguales que hace 50
años. Tiene que haber no sólo una redistribución
de la riqueza, sino también una
redistribución del poder y de las fuentes
del poder en la sociedad. No puede ser
que todo el poder económico, político,
mediático, judicial, esté concentrado en
unas pocas manos”.
Acotó que el neoliberalismo no es sólo
una visión que se sustenta en una economía
de mercado o en la centralidad de éste. “Tiene
que ver con una sociedad de mercado.
¿Qué quiere decir esto? Este modelo supone
que los individuos se construyen o deben
hacerlo como empresarios de sí mismos
y, por lo tanto, como emprendedores y
responsables de sus propios problemas,
de sus propios destinos”.
¿Qué pasa con esto?, cuestionó la doctora
en Sociología por la Universidad de Texas
en Austin. “Que se desdibujan las raíces de
la desigualdad, de los problemas sociales
y se reducen a problemas individuales.
Esto hace que las personas tengan que
cargar sobre sus espaldas con problemas
sociales: de vivienda, desempleo, pobreza,
discriminación, precariedad laboral, bajos
ingresos. Bajo este paradigma, los grupos
más desfavorecidos no sólo son culpabilizados
por sus propios problemas, sino
también criminalizados y estigmatizados”.
El caso de México
Enfatizó que en el caso de México se debe
garantizar una infraestructura pública de
calidad para el cuidado de niños, enfermos
y adultos mayores. “No se trata de dar
dinero y que cada quien se las arregle
como pueda en el mercado. Tiene que
haber una inversión pública muy fuerte
en estos servicios, lo mismo sucede en el
tema de infraestructura educativa, para
que se pueda garantizar educación pública
y de calidad para todas y todos”.
Concluyó que cuando los niveles de
desigualdad son muy altos esto afecta la
convivencia social y pasamos a vivir no
únicamente en sociedades desiguales, sino
en profundamente fragmentadas y muy
poco solidarias.